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La España "decente"

martes 06 de marzo de 2007, 01:41h
Mariano Rajoy ha convocado a “todos los españoles”, sean de derecha o de izquierda, a la manifestación del sábado para protestar contra el cambio de estatus penitenciario a De Juana Chaos. Ha dicho que la “España decente” debe acudir a la nueva manifa (y van…). No hacía falta que se filtrasen las insolentes notas de alegría del sanguinario etarra, desde la cárcel, ante el asesinato de alguien por la banda del terror; la figura de De Juana Chaos ya pertenece a la historia universal de la infamia, y difícilmente puede indignar más a los españoles, a toda persona de bien. No es preciso, pues, calentar manifestación alguna con el relato de la conducta reciente –de la pasada ya ni hablemos--  de este hombre que tanto dolor provocó. Lo que no debe oscurecer nuestra mente ni nuestra razón: con De Juana se han cometido dislates legales y jurídicos sin cuento. Desde la reforma de un Código Penal benevolente con el asesino hasta la petición fiscal inicial de noventa y seis años de cárcel por la publicación de dos artículos en Gara, para poder mantener al energúmeno en prisión. Pasando por el discriminatorio -en su favor-  trato carcelario, en el que no han faltado ni siquiera chuscas anécdotas amorosas y burlas como las de las fotografías.

Por lo que trasluce, parece que De Juana no es bien aceptado ni siquiera en el club criminal que es la banda ETA, aunque ahora tratarán de hacer de él una especie de héroe. Todos le consideran un desequilibrado, un peligro. Un tipo difícilmente reinsertable para cualquier cosa, incluso para seguir con su historia delincuente. Pero la ley es la ley, y el Gobierno, pese a las polémicas, ha actuado con la ley en la mano en base a razones discutibles, pero sin duda válidas; es al Gobierno al que corresponde liderar este proceso de paz que se va enredando mucho más de lo que a Zapatero le dieron a entender inicialmente sus fuentes, mucho más peligrosamente de lo que la ingenuidad naif del presidente del Gobierno pudo intuir al comienzo de todo este lío.

Guste o no guste al Gobierno, el principal y único partido de oposición, que tiene diez millones de votos tras de sí, puede y quizá hasta debe convocar acciones de protesta contra una decisión, que en el fondo ha sido gubernamental, que según todas las encuestas conocidas ha provocado un extendido disgusto en la ciudadanía. Otra cosa es que debiera haberse procurado un entendimiento previo, con generosidad por ambas partes, de manera que no diese ahora la sensación de que De Juana, ese personaje nefasto, es el vértice de las desavenencias políticas entre las tradicionales dos españas. Ha ganado, nos ha ganado a todos, De Juana, incluso con la manifestación del sábado -a la que, claro, no irá la izquierda, aunque puedan presentarse algunas guindas de izquierda- y con la manifestación del sábado siguiente, convocada por el PSOE y a la que, claro, no irá la derecha, posiblemente ni siquiera en guindas.

Seguimos llevando la política a la calle (también al Parlamento y a los medios incendiados, pero fundamentalmente a la calle), lo que está lleno de peligros. Porque la calle parece tener como función dividir aún más a los españoles, como si necesitáramos muchos pretextos para ello. Claro que la manifestación es un derecho logrado por las democracias. Pero la manifestación permanente, la convoque quien la convoque, que nos desune y nos radicaliza a los unos frente a los otros, es arma política que debe utilizarse con extremo cuidado. Porque, al final, ¿quién se encuadra y quién no en la “España decente”? Y ¿quién es juez bastante para llamar “indecentes” a los otros, a los de la manifestación de enfrente?
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