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Sin credibilidad

lunes 23 de febrero de 2009, 08:45h

Todo se estropea cuando la relación profesional se mezcla con otros intereses empresariales y comerciales. Es el caso de los medios de comunicación y los partidos políticos; es la disfunción de algunos periodistas con la etiqueta de un partido político, sea el PP o el PSOE. ¿Qué más da? Se pervierte el sistema de uno de los pilares fundamentales del sistema democrático que consiste en que el ciudadano esté lo mejor informado posible para que pueda libremente tomar las decisiones electorales que más le convenza o convenga, que está en su derecho.

España ha sufrido una deriva partidista en los medios de comunicación a finales de los años ochenta, principios de los noventa con conspiraciones confesadas por Luis María Anson para echar del gobierno a Felipe González. Un proceso que ha cristalizado en una pérdida total de credibilidad por la injerencia total de los políticos en los medios de comunicación vía licencias de radio y TV y publicidad institucional; y por la creación de cuadras de tertulianos de uno y otro partido. Da igual lo que ocurra, todos sabemos qué van a opinar en las tertulias unos y otros, con encendida vehemencia y ofensa hacia el adversario para venderse como participante imprescindible, y cuota, en aquellos programas que buscan audiencia a cualquier precio. El problema que tiene el Partido Popular y la mayoría de sus dirigentes es que utilizan a los medios de comunicación en sus luchas internas y sufren un enorme desgaste para proyectar después su papel opositor a un partido socialista que ha aprendido la dura lección de la lucha fraticida por el liderazgo que condiciona ineludiblemente la conquista del poder. En el PP, se repite la lucha cainita por el poder después de lograr que un líder como José María Aznar impusiera por decreto de Álvarez Cascos la disciplina y la cohesión imprescindibles para ser alternativa de Gobierno y hacerlo realidad. El poder retroalimenta al poder y su pérdida supone la desintegración de aquellos intereses que se han sometido al sagrado objetivo del coche oficial, secretaria y buen sueldo. No hay nada más pernicioso para los medios de comunicación y para los periodistas que perder su credibilidad a costa de un partido político y de una etiqueta que abre puertas de tertulias con una fecha irremediable de caducidad. Podemos hablar de que una televisión, una cadena de radio, un periódico, una web de Internet defiende abiertamente los intereses de un determinado partido político; de una lucha mediática en trincheras por lograr la hegemonía o por un interés monetario rentable a corto plazo con millonarias inversiones pese a quien pese. Al final, los ciudadanos son lo suficientemente listos, en su gran mayoría, como para saber a quién tienen o a quién les interesa más leer, ver o escuchar.

Sin embargo, las élites políticas y periodísticas ignoran la voluntad de los ciudadanos y utilizan la influencia de los medios para intentar lograr sus objetivos que, en ocasiones flagrantes, se entremezclan.
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