Un pequeño rebote que debe explicarse en parámetros técnicos vuelve a poner el IBEX por encima de los 7.000 puntos, que es bien poca cosa por cierto, y muchos lanzan las campanas al vuelo, como si la anécdota tuviera categoría o consistencia. Pues no. Conviene asumir que no hay buenas noticias y que la crisis económica, quizá la primera global de la historia en términos estrictos, en la medida en que, con apenas la excepción de África, que tampoco es una verdadera excepción porque nunca ha dejado de estar en crisis, afecta ya a los países de todos los continentes, incluidos los gigantes asiáticos.
Así que nada nuevo bajo el sol. El rebote, aunque aún pueda acentuarse un poco en días sucesivos, será efímero, porque los mercados volverán más temprano que tarde a descontar el convencimiento de los inversores de que, lejos de infundadas esperanzas de cambio de signo, alimentadas sin otras razones que la propaganda o la política, todavía no hemos tocado fondo de esta recesión.
A fin de cuentas, incluso con este rebote, asusta constatar lo que se ha perdido en sólo un año que contemos hacia atrás. En ese mar proceloso, el “rebote” de este martes carece de volumen, cuando sigue a una semana en la que el IBEX perdió casi el 9 por ciento. La situación real de nuestra economía es dramática en un contexto global asimismo dramático, y es probable que en sólo unas pocas semanas más se produzca una intensificación de ese desmoronamiento que nadie quiere, ni económica ni políticamente, porque a nadie beneficiaría, pero para el que conviene estar emocionalmente preparados.
La Bolsa es sólo, y no es poco, un sofisticado escenario en el que se juzgan por adelantado los movimientos de la situación económica. Como en la famosa serie norteamericana de televisión, "la realidad está ahí fuera", y los inversores, que la conocen, no hacen sino anticipar, o descontar como se dice, las ominosas brumas del horizonte. Y la economía, para qué nos vamos a engañar si nada ganaremos con ello, va mal y pinta peor, con el agravante de que la economía española va peor que la media de las economías europeas en la mayor parte de los indicadores.
Los mercados saben, y volverán a descontar, que seguirá acelerándose la destrucción de empleo, a pesar de que tenemos las peores tasas de paro de Europa y con visos de que crezca el diferencial negativo. La contracción de la actividad, la caída del PIB y el deterioro del empleo son los parámetros actuales de nuestra economía. No miremos cada semana los inquietantes tableros de la Bolsa. Miremos, ya no con inquietud sino casi con pavor, hacia quienes deben, podrían y por lo que se ve no quieren gestionar la crisis. Si los inversores percibieran gestión de la crisis, entonces sí sería posible que cambiara el signo de los mercados.
Sin embargo, con sorprendente desparpajo, contra viento y marea, contra las opiniones de prácticamente todos los analistas, incluso los suyos propios rigurosos como el comisario europeo Joaquín Almunia o el gobernador del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordóñez, y sobre todo contra los datos y los números de la realidad, nuestro Gobierno sigue vaticinando el inicio de recuperación de la economía para el segundo semestre del año actual, lo que sería de broma si no esa irresponsabilidad de pura propaganda política no pudiera derivar letales consecuencias. La realidad que se ignora, dice la vieja reflexión, acaba por cobrarse revancha.
La realidad, o la verdad como mejor se prefiera, es que todos saben, incluso los que interesadamente dicen y aparentan creer otra cosa, que no hay indicios no ya de recuperación sino de que se frene la intensidad de profundización de la crisis por lo menos hasta finales de 2011 o quizá incluso hasta el año siguiente. Tenemos la mayor tasa de desempleo de Europa, y seguirán creciendo el desempleo y el diferencial, al tiempo que habrá más y más empresas atraídas hacia el terrible sumidero de los concursos de acreedores. Y con el desempleo y las quiebras y suspensiones se disparará el crecimiento de la morosidad y no podrán captarse recursos en el mercado.