Bien está lo que bien empieza y tengo para mi que como españoles debemos alegrarnos del buen comienzo de la relación política entre
Zapatero y
Obama. Había llegado el momento de pasar página y enmendar aquella puerilidad que le llevó al permanecer sentado al paso de la bandera americana. Para fortuna de los EE.UU. -y del resto del mundo-, Obama no es
Bush. Tampoco Zapatero debería volver a ser el adolescente que pretende sorprender con sus ocurrencias. Se han restablecido las relaciones en el canal que corresponde y, como digo, bien está lo que bien empieza. Un país serio se caracteriza por tener una política exterior seria. Así que dejemos ya para los historiadores los detalles de un desencuentro que no favorecía los intereses españoles.
Por cierto que, hablando de intereses, ¡menudo globo¡ el que según me cuentan tenía Zapatero al saber que mientras estaba en Estambul con el primer ministro turco Erdogan intentando enmendar la plana a
Samuel Huntington -el del choque de civilizaciones-, en Madrid, desde los aledaños del Gobierno, se filtraba la lista de dos nuevos vicepresidentes (
Chaves,
Salgado) y tres nuevos ministros (
Blanco,
Granado,
Serrano). En esta ocasión sobraban razones para el cabreo. Tras tres meses de trabajo para conseguir el encuentro con Obama y, llega el día señalado y ¡pam¡ alguien filtra el secreto mejor guardado de La Moncloa. Resultado: la gloriosa foto con Obama tuvo que compartir pie con las especulaciones sobre la crisis de Gobierno. Creo que el globo que pilló ZP era de tal calibre que casi se confundía con la cúpula de la Mezquita Azul, obra maestra de
Mehmet Agá, discípulo del gran
Sinan.