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Algo más que coches, ladrillos y ordenadores

Algo más que coches, ladrillos y ordenadores

miércoles 13 de mayo de 2009, 11:49h
Vaya por delante que no me sumo al coro de quienes solamente ven el lado polémico, negativo o impreciso de las medidas anunciadas por el presidente del Gobierno en el debate sobre el estado de la nación. Es más: pienso que algunas de esas medidas, tanto las que afectan al sector del automóvil como a la vivienda, pueden tener un efecto dinamizador de la economía si se reglamentan adecuadamente. Pero no creo que el estado de la nación se agote en un recuento de coches, ordenadores y ladrillos, por mucho que con ello pueda pensarse que se ha iniciado un cambio en la orientación de nuestra economía.

El cambio que necesitamos es mucho más que eso. Tiene connotaciones políticas, sociales y morales que no pueden medirse en euros, ni siquiera en puestos de trabajo recuperados o no perdidos. Así, eché muchas cosas en falta en el debate sobre el estado de la nación. Fue un debate casi monográfico, dedicado a una crisis que nos atenaza y nos angustia (cuatro millones y medio de parados justifican el peor estado de ánimo); pero faltaron muchas cosas, que fueron tratadas solamente de pasada, o no tratadas en absoluto, tanto por parte del presidente del Gobierno como del líder de la oposición o de los portavoces de los distintos grupos.

Resulta curioso, por ejemplo, que nadie hablase de ese ‘caso Gürtel’ que tantas portadas ha acaparado en los últimos meses. Porque la irritación que este asunto ha generado en los ciudadanos debe integrarse también en el cómputo general del estado de la nación. ¿O es que ya no importa el grado de honestidad política que gozamos, o padecemos, en España?

Lo mismo acerca de temas que ocasionalmente producen tanto revuelo como la marcha actual del Estado de las autonomías: el debate territorial, que no está superado y que reclama incluso una cierta revisión constitucional,  está siempre presente en las preocupaciones de quienes más agudamente bucean en la trayectoria, a veces tan irregular, de la democracia española. Pero es cuestión que, precisamente por su profundidad, extensión y gravedad, raramente se aborda en el Parlamento nacional, más allá de alguna referencia ocasional a cuestiones puntuales, como puede ser si el Tribunal Constitucional dará pronto luz verde o no al Estatut de Cataluña. 

Tampoco se trataron –la verdad, me hubiera extrañado que se hiciese— otras ‘patatas calientes’, siempre presentes en las tertulias de los españoles, como el estado de la Justicia, posibles cambios en la normativa electoral y en la Constitución, las reformas en la legislación sobre el aborto o sobre la píldora poscoital... 

Lo dicho: entiendo que estamos en una era desgraciada en la que la (mala) situación económica todo lo acapara. Pero me niego a que nuestro régimen de libertades, de equidad, de culturas y el grado y calidad de nuestra intensidad democrática se resuman en que el cambio se quede en el trueque de cemento y ladrillos por ordenadores y tecnología de comunicación. El cambio, señor Zapatero, es algo más que eso. Y requiere algo más de un par de tardes para asimilarlo.
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