Nada, que a Esquerra Republicana de Catalunya se la han disparado las hormonas independentistas este fin de semana. Xavier Vendrell, su vicesecretario de Coordinación Interna, declaraba ayer domingo que su partido estaba dispuesto a cambiar de socio de gobierno y ofrecer la presidencia de la Generalitat a Artur Mas de CiU si éste se comprometía a convocar un referéndum de autodeterminación.
Con alegría, sin cortarse ni un pelo, la muchachada de ERC, estimulada por el hormonazo soberanista, pide el cambio de pareja porque dictamina que la “vía autonomista” está ya agotada. Fiebre primaveral, claro. Sueño o pesadilla de una pesada digestión de una calçotada (cebollinos asados, con su correspondiente acompañamiento de salsa romesco, botifarres y carnes a la parrilla, más su correspondiente ración de mongetes salteadas). Flatulencia mental. Cuescos independentistas. Y, por supuesto, ganas de liarla, a siete días de Semana Santa.
Lo malo es que, sociológicamente, la mayoría de la población catalana ni siquiera está por la labor. Ni siquiera, dentro de la propia Convergència i Unió, el soberanismo, más allá de los excesos verbales de algunos de sus dirigentes, tiene consistencia real.
Por descontado que el cuesco verbal de Vendrell –bueno está el patio español como para dejar perder una ocasión como esta-- ya ha causado los oportunos efectos en la derecha mediática. “¡¡España se rompe!!” , truenan desde los púlpitos radiofónicos. “¡Es culpa de Zapatero!”, empiezan a bramar los voceros del Partido Popular.
Y, claro, al aburrido, tranquilo y eficiente José Montilla, presidente de la Generalitat, le toca ventilar la sala. Apenas un trimestre de gobierno tripartito y los de ERC se van ya por los cerros del Canigó. Y eso que el Tribunal Constitucional ni siquiera se ha pronunciado sobre los recursos del Estatut(o). Con lo tranquilos que se estaban en Cataluña, al margen de las sabatinas manifestaciones madrileñas del PP y sus acorazadas episcopales y mediáticas, y ahora esto. El exceso de hormonas soberanistas de Esquerra Republicana.
De todas formas, es la prueba que debe afrontar Montilla para consolidarse como presidente de todos los catalanes. Y aquí el columnista augura que lo hará. Sin brillantez, con honrada eficiencia y, por dentro, dándose a todos los demonios. Como no es para menos, dada la imprevisibilidad de los adolescentes. Porque los de ERC aún no han salido de la edad del pavo. Vamos, como que tienen que hacerse mayores, dejando de enredar, sin soltar cuescos independentistas en público y cumpliendo los pactos de gobierno suscritos en noviembre pasado. Cuestión de seny, de sensatez, de sentido común. Y cuestión de urbanidad.