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Ciudadanos, guerra, medio ambiente y desastres naturales

lunes 26 de marzo de 2007, 14:22h

            El desarrollo progresivo de la capacidad intelectual del Ser Humano, le ha llevado en los tiempos actuales, comienzo del Tercer Milenio, a constatar que su vida anterior, la Historia de la Humanidad, se ha desarrollado en un permanente CONFLICTO INTERHUMANO, que en momentos de crisis sangrientas ha dado lugar a la GUERRA, convertida en el fenómeno social más importante en la vida de los pueblos primitivos y de los Estados actuales. Gaston Bouthoul creador de la Polemología moderna, definió la guerra como: “una lucha armada y sangrienta entre agrupaciones organizadas”. Este concepto limitado a enfrentamientos de grandes contingentes de soldados encuadrados en Fuerzas Armadas de Estados, no refleja las múltiples formas que el conflicto guerra ha tenido a lo largo de la historia. Con un criterio más amplio Lewes Coser lo definió como: “La lucha por los valores, el “estatus”, el poder y los recursos escasos, en el curso de la cual, los oponentes desean neutralizar, dañar o eliminar a sus rivales”.

            Ante la realidad del hecho bélico el Derecho, trata de limitar, al máximo posible, el daño que toda guerra lleva consigo.

            El Derecho, como ciencia que regula todas las actividades individuales y colectivas de la persona humana, le ha dedicado una gran atención a la Guerra, ocupándose de ella desde dos perspectivas diferentes, en el derecho interno y en el internacional. En el derecho interno, todos los países han tenido en consideración la posibilidad de encontrarse envueltos en un conflicto bélico, dictando normas para regular estos graves efectos de la Guerra. El derecho internacional también se ha ocupado de este fenómeno por constituir una parte muy importante de la realidad internacional. El conjunto de normas reguladoras de la Guerra desde su perspectiva internacional, es decir, desde el Derecho Internacional, es lo que denominamos Derecho de Guerra, que debe ocuparse del problema casi filosófico del enfrentamiento entre la agresividad y la razón.

            Desde 1895 que tuvo lugar el Congreso de Bruselas en el que se adoptó la Propuesta de Mevil Dewey sobre la “Clasificación Decimal Universal, se ha estructurado todo el actual saber humano en el Instituto Internacional de Bibliografía. En dicha clasificación todo lo relacionado con la Guerra y “lo militar” está incluido en el número 3 Ciencias Sociales, en el subcapítulo número 35 “Administración Pública”. Los números 355 y 359 comprenden los temas principales relacionados con las Fuerzas Armadas, la Defensa Nacional y la Guerra. Están contenidas en la Norma UNE 50002-3 “Clasificación Decimal Universal” 3. Ciencias Sociales. Tablas completas. Publicadas por el Instituto Nacional de Racionalización del Trabajo. Madrid, 1959.

            La actual Teoría del Conflicto apoyada por la Teoría de los Juegos, permiten analizar las interesantes, a la par que complicadas, relaciones de conflictividad existentes entre los tres siguientes actores: Los Hombres, el Medio Ambiente y los Desastres Naturales.

            La historia de las Relaciones Internacionales entre los Estados, Sujetos de Política Internacional, que la protagonizan, ha mostrado la conflictividad de sus Miembros, que en su cenit político de violencia sangrienta ha terminado en guerras.

            La solución para lograr la Paz, como se ha visto hasta el momento, no han sido los criterios de Naciones Unidas, las Teorías Pacifistas, la Cultura de la Paz, los deseos de buenos Ciudadanos, etc.

Las Guerras entre Estados, que “Declaran y Dirigen” los Políticos y “Conducen” los Militares, son promovidas por antagonistas con oposición de intereses y choque de derechos o pretensiones, dentro de la Teoría del Conflicto Social en el que están incluidas.

            Nuestro Filósofo Ortega y Gasset, en el Espectador (1911) opinó así de las teorías pacifistas: “El error original del pacifismo consiste en partir de una concepción estática y, por tanto, falsa de la Historia. Las dos formas que aquél ha tomado – pacifismo jurídico o humanitarismo y pacifismo económico- coinciden en su ceguera frente a la realidad histórica, que se nos presenta como un devenir, como una invocación perpetua donde los sujetos de derecho – en este caso los Estados – aumentan o disminuyen en potencialidad espiritual y consecuentemente en capacidad jurídica”.

            “Y conste que yo no soy tampoco partidario del pacifismo humanista. En otro lugar he dicho que la paz es en mí un deseo, pero que todas las teorías de la paz me parecen falsas, abstraídas y utópicas. Todas resbalan superficialmente sobre el hecho profundo de la guerra”.

            Ante el fracaso de las Naciones Unidas, y de los esfuerzos de las organizaciones pacifistas para alcanzar la Paz, parecería que la CONFLICTIVIDAD SANGRIENTA INTER-HUMANA, que es la Guerra solo podrá ser sustituida por otro modelo de Conflictividad. Las partes contendientes y antagónicas, son de un lado, los Ciudadanos actuales, civilizados y dotados de derechos y deberes. De la otra, el Medio Ambiente, nuestra “Casa en la Naturaleza”, y los Desastres de la Naturaleza.

            El poso acumulado de civilizaciones y culturas ha llevado a los Ciudadanos actuales, a unas formas de gobierno democráticas o autoritarias dictaduras, que ambas permiten la utilización de energías, que si bien producen un Desarrollo con adjetivos –Sostenible o Insostenible- son altamente dañinas para el Medio Ambiente y para todos los ecosistemas y seres vivos, animales y vegetales, que en la Tierra se encuentran.

            Desde el principio del Milenio los daños al Medio Ambiente y a la VIDA en ella existente, se han incrementado de forma científicamente peligrosa, que ha llegado a calificar a los Ciudadanos como “el enemigo del Medio Ambiente”, y ha alertado de la necesidad de detener la contaminación medio ambiental, para no incrementar las variaciones del actual Cambio Climático.

Ha comenzado una variación profunda en la Teoría de la Conflictividad. Un hecho histórico importante, como es el consenso generalizado de la mayoría de los científicos y de su aceptación por Naciones Unidas de la gravedad del daño que causamos los Seres Humanos al Medio Ambiente, exige cambiar de actitud. No seguir produciendo ese daño.

Ello obliga a los Ciudadanos a tomar conciencia de la necesidad de cesar de ser “enemigos”, para convertirnos no solo en “amigos”, sino en “protectores” del Medio Ambiente. Y adaptarnos al reto que supone la investigación y el generalizado uso de las energías alternativas no contaminantes, que actualmente conocemos y estamos comenzando a emplear, incrementadas por otras nuevas fuentes energéticas obtenidas en próximos descubrimientos.

            En 1998 redacté un “Anteproyecto de Declaración Universal del Hombre Ante la Naturaleza”, para ser publicado por Naciones Unidas, a imagen y semejanza de la Declaración Universal de los DERECHOS HUMANOS de 1948. Constituirá una norma ética de comportamiento que facilitará la buena relación entre Ciudadanos y Medio Ambiente. Consideramos que sin el apoyo decidido de la ciudadanía, los acuerdos de los Protocolos de Kioto (1997; entró en vigor el 16 de febrero de 2005) y Nairobi (2006), encontrarán serias dificultades practicas para que los dirigentes políticos de los Estados comprometidos puedan conjugar desarrollo y no-contaminación. Sin una buena información a los Ciudadanos, por parte de los medios de comunicación de masas, a los Políticos les faltará “voluntad política” para poder enfrentarse a Opiniones Públicas, que solo quieren mantener las cuotas de empleo y bienestar social alcanzados tras no pocos esfuerzos.

            Situación parecida va a producirse en la conflictividad “Ciudadanos – Desastres Naturales”, difícil de concebir dada la extraordinaria diferencia potencial existente entre las dos partes. “La fuerza humana” es absolutamente incapaz de frenar a cualquiera de las “fuerzas desatadas de la Naturaleza”, los Desastres Naturales, de los que prácticamente solo conocemos sus efectos y contamos con algunas teorías sobre las causas que los producen. Hemos de conformarnos con tratar de prevenir sus apariciones y remediar lo antes posible sus dañinos efectos en la vida de todos los seres vivos, así como la destrucción de toda clase de bienes materiales y de construcciones.

            La actual organización mundial para lograr Seguridad ante los Desastres Naturales es muy elemental e insuficiente ante cualquier cataclismo. El ejemplo del “huracán Katrina” asolando Nueva Orleáns (2005), en el país más rico y organizado del mundo, es un claro ejemplo de nuestra incapacidad de paliar daños, evitar sufrimientos a la población y recuperar pronto la vida normal en la zona siniestrada. Y estas actividades cada vez serán más necesarias y de mayor entidad, a juzgar por los vaticinios y futuras predicciones.

            Las Naciones Unidas tienen que comenzar a organizar “Ejércitos o Instituciones logísticas”, con un concepto global, de interacción y ayuda mutua intercontinental, con capacidad de llevar a cabo las misiones adecuadas para lograr los fines antes señalados.

Cuando se consiga, se habrá logrado el efecto colateral de la desaparición real de los conflictos interhumanos: la Guerra y su mentalidad bélica de etapas anteriores, habrán desaparecido. Todas las energías y medios disponibles tendrán que concentrarse en el esfuerzo de defendernos del nuevo enemigo: los Desastres Naturales.

Las ideas expuestas pueden ser calificadas como UTOPÍA y efectivamente lo son: Pero no con el sentido que la palabra Utopía tenía en el Diccionario de la Lengua Española de los años 70: “Plan, Proyecto, Doctrina o sistema halagüeño pero irrealizable”. Ahora, por Utopía se entiende en el Diccionario del año 2001: “Plan, Proyecto, Doctrina o sistema optimista que parece como irrealizable en el momento de su formulación”. Hace 50 años las ideas de Jean Monnet y Robert Schuman, en el Tratado de Roma (1957) de una Europa en la que no volvieran a enfrentarse alemanes y franceses, era una utopía. Hoy es una realidad. La salida al espacio exterior era un sueño. En 1969 la llegada del Hombre a la Luna, lo hizo una realidad.

Mantener la esperanza ante este extraordinario desafío, es un primer paso para conseguirlo. El Proceso para alcanzarlo deberá planificarse por Etapas, fijando, entre otras características del emotivo mensaje a transmitir: que debe calar hondo en la mente de quién lo reciba; comunicar objetivos asumibles y plazos para lograrlo; transmitir “ideas cautivadoras y estimulantes para todos y una fecha límite”; que mueva las conciencias a trabajar por ello.

Planeados y definidos los “caminos críticos”, se requerirá que el tiempo no sea imprevisible, pues de serlo, no podrá realizarse una eficaz programación. Sin estas y otras nuevas medidas que la inteligencia humana vaya mostrando como necesarias no será posible cambiar la mentalidad del Hombre. Dos Premios Nobel no eran optimistas al respecto: Albert Einstein, Nobel de la Física en 1921, padre de la teoría de la relatividad y de la energía atómica, decía: “el poder desencadenado del átomo lo ha cambiado todo menos nuestra manera de pensar, y en consecuencia avanzamos hacia catástrofes sin precedentes”. Santiago Ramón y Cajal, Nobel de Medicina en 1906, afirmó “que las células del sistema nervioso evolucionan con tanta lentitud, que los hombres de hoy tenemos las mismas reacciones que los de épocas prehistóricas”.

Lógicamente, el Proceso será largo y muy complicado. Cambiar la mentalidad del Hombre para que acepte un cambio de postura frente a la anulación del conflicto Guerra, requiere crear un mensaje que cale hondo en el sentimiento de cada persona. Que transmita la absoluta gravedad y trascendencia del momento en que vivimos. La necesidad de empezar a actuar desde que se recibe y la formula practica de la actividad a seguir.

La acción psicológica que configure el mensaje ha de contener los elementos necesarios para que sea fácilmente comprendido por personas de diferentes mentalidades, formación, hábitos de vida y cultura.

Ser convincente; razonable; alentador para comenzar a actuar; no generador de pánico paralizante. Capaz; de vencer la inercia del pensamiento humano definida por Eisnten y Cajal, aunque es posible que los adelantos de la ciencia médica puedan encontrar la forma de estimular la reacción de las células nerviosas más rápidamente.

El mensaje elaborado por Naciones Unidas, deberá ser difundido a escala mundial, con las mejores técnicas utilizada por la propaganda para dar a conocer un hecho y atraer adeptos. Su difusión por los Medios de Comunicación de Masas deberá ser intensa y reiterativa.

¿Llegará el Hombre del Tercer Milenio a conseguirlo?

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Fernando De Salas López

Rector de la Sociedad de Estudios Internacionales (SEI)

Presidente de la Fundación Española de Estudios Internacionales (FEDEI)

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