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Símbolos y paradojas

martes 27 de marzo de 2007, 10:12h

    En el 2002, los medios informativos predominantes contribuyeron a poner en el centro de la campaña presidencial francesa la cuestión de la seguridad y de la delincuencia. Resultado: el neofascista Jean Marie Le Pen se clasificó para la segunda vuelta. Cinco años después hemos escapado por ahora a incendios de coches y agresiones varias,  que alimentan la inquietud y el morbo del ciudadano cuando mira la omnipresente televisión. Pero otro tema muy allegado a las preocupaciones de Le Pen se ha invitado ahora en esta campaña electoral: el de la Identidad nacional,  estrechamente vinculado a la inmigración y su integración o no en la Francia republicana. Tema con el que llega inevitablemente una retahila de símbolos y paradojas. A mi esto me suena a DNI, “sus papeles por favor”.

   El candidato de la UMP Nicolas Sarkozy ha propuesto en su programa la creación de un “Ministerio de la Inmigración y de la Identidad nacional”, buscando votos en tierras de Le Pen. En Francia, Estado de derecho y generosa tierra de asilo y de libertad,  las olas sucesivas de inmigrantes contribuyeron siempre al progreso económico y social del país, integrandose en la sociedad francesa con mayor o menor fortuna.   Pero un fenomeno nuevo ha aparecido en estos últimos treinta años en esa Francia crisol de mestizajes, multiétnica y multireligiosa, que descubre hoy como saliendo de una resaca la existencia del comunitarismo religioso,  sobretodo en torno a las poblaciones musulmanas.   El fracaso evidente de una política de integración pone sobre el tapete un tema que es caldo de cultivo de la extrema derecha a lo largo de la Historia: el inmigrante cabeza de turco, responsable de todos los males del país. El extranjero, judio, polaco, español , portugués o italiano en otros tiempos,  hoy kurdo, magrebi, africano, asiatico,  o indio. Pero la verdadera solución hoy como ayer sigue siendo económica y social y no hay integración sin cultura.

   La candidata socialista Segolene Royal que no quiere dejar a la derecha el monopolio de la Nación, acaba de reivindicar en un mitin el himno de la Marsellesa y la bandera tricolor francesa como símbolos fuertes de la idea de Nación, aunque oponiendola inmediatamente al “Nacionalismo”. En la izquierda mas acostumbrada aquí a la Internacional y a la bandera roja como símbolos propios, la decisión de Segolene ha hecho rechinar algunos dientes.

En su origen histórico, con la revolución francesa, tales símbolos son “republicanos” y reivindicados por la izquierda. En 1936 fue el sindicato comunista CGT quien produjo la película “La Marsellesa” de Jean Renoir, con una lectura de la historia en las antipodas del neofascista PPF (Partido Popular Francés). Pero con el tiempo la derecha y sobretodo la extrema derecha se apropiaron de esos símbolos “nacionales”.

   A falta de debate de ideas,  la campaña ha entrado ahora en una guerra de símbolos. Lo paradójico es que mientras en Bruxelas se celebraba estos días por todo lo alto la fundación de la Europa de los 27, con su himno de la alegría y su banderita azul, aquí en Francia el debate sobre la identidad nacional muestra, si falta hacia,  que el Estado Nación y las ideas de soberanía y de identidad nacional no han sido enterradas, sino todo lo contrario.  Paradoja doble si se piensa que en este mundo globalizado económicamente, el “internacionalismo” se lo han apropiado de forma perversa las multinacionales, haciendo suyo el viejo lema anarquista “nuestra patria el mundo entero”, mientras que los Sindicatos han olvidado el internacionalismo solidario por la defensa de sus propias corporaciones nacionales. Mala cosa cuando la guerra de símbolos remplaza el debate de ideas, sea en tierras de Francia o de Navarra.

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