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Opinión: 'Y si desapareciera el lince...'

martes 27 de marzo de 2007, 12:42h
Diariamente nos bombardean en radio, prensa y televisión con esa cantinela  tan pesada de que hay que cuidar el medio ambiente, y mantener limpio el entorno y lo que en torno a él se encuentra (que, entre otras cosas, somos nosotros y demás bichos que pueblan el planeta). Pero claro, también nos dicen que no nos droguemos, que no conduzcamos si bebemos, que leer te da más, que el algodón no engaña, que esta noche a las diez en Antena 3… y aunque aparentemente todas esas cosas nos afectan, no lo hacen como deberían.

Cuando uno visita lugares protegidos, como Doñana, y ve lo que había antes debajo del Corte Inglés, y de los pasos de cebra, y de los Zaras…; y está allí, y disfruta del campo, y de las dunas, y de la marisma… es entonces cuando uno se da realmente cuenta de que nos estamos deshaciendo, así como sin querer (pero lo peor es que es queriendo) de lo más valioso que tenemos.

Y si encima se tiene la suerte de tener a alguien que te lo explica, y te mete de lleno en la naturaleza, el impacto es brutal. Afortunadamente Doñana es un espacio protegido, pero ha habido gente que ha intentado comprarlo para hacer campos de golf, centros comerciales, hoteles.

Apuesto a que no se habían bañado en la playa virgen, ni habían paseado por allí. Evidentemente, esto no consiste en quedarse cual Pedro Picapiedra, viviendo en las cavernas, pero sí debemos cuidar mucho más lo que nos rodea porque, al fin y al cabo, es cuidarnos a nosotros.

¿Qué pasa si desaparece el lince? Nada. El mundo sigue funcionando. ¿Qué pasa si a un coche se le quita una puerta? Nada. El coche sigue funcionando. Pero si seguimos quitando piezas nos quedamos sólo con el motor, y el motor sin ruedas, sin gasolina y sin carrocería no va a ninguna parte. O debería decir que no nos lleva a ninguna parte.

De modo que nosotros veremos, en nuestra mano está el darnos cuenta de que eso de “yo soy más de campo o de ciudad” es una tontería, porque todos venimos del campo, del monte y del mar, y deberíamos cuidarlos como a nosotros mismos. Y si no es la parte sensible que tenemos la que nos mueve a hacerlo, que sea la parte práctica y material que nos cuenta cómo nos perjudica que los ojos de gato del lince desaparezcan.
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