Rodríguez Zapatero en el más puro estilo ZP

Dos horas y 43 segundos duró el programa. Evidentemente, no hubo tiempo para el centenar de preguntas previsto (exactamente, Rodríguez Zapatero contestó a cuarenta y dos de ellas). Puesta en escena tirando a modernillas, un hemiciclo en el que se alternaba el azul pastel con el azul eléctrico y con algunos detalles en el centro del plató que parecían haber sido adquiridos (la mesa-podio de Milà y, por supuesto, la mesa redonda de altura considerable, que marcaba el espacio sobre el que se movía el presidente del Gobierno) en la liquidación de muebles de una de las grandes superficies qu asedian nuestras ciudades.

Y llegó el presidente: traje gris marengo, camisa blanca y corbata en tonos grises, como de boda en la que se exige traje oscuro. Por su parte, el conductor, Lorenzo Milà, iba con traje y camisa en tonos azulados y con una corbata en un horrendo naranja apagado con rayas más claras.  ZP y Milà estuvieron, no obstante, muy cerca del compadreo mutuo, eso sí con talante, como de buen y contenido rollito.

Quienes no se ven en la imperiosa obligación de seguir el discurso del presidente de Gobierno en estos tres años, de haber permanecido pegados al televisor habrán podrido disfrutar de un Rodríguez Zapatero en el más puro estilo ZP. El presidente del Gobierno, claro, tiene otras virtudes, pero sus recursos oratorios y su lenguaje corporal no van más allá. De hecho, es una mezcla de intervención parlamentaria, clase de primero de Derecho Civil y mitin leonés.

Los interpelantes, de todo pelaje, condición e indumentaria (en los hombres, las corbatas eran minoritarias; mientras que en las mujeres socorridas chaquetas y blusas fueron la tónica dominante), fueron desgranando sus preguntas: lucha contra el terrorismo, violencia doméstica, sanidad, educación, campo y medio rural, derechos de los inmigrantes (el cronista contó cinco de ellos, que hicieron preguntas), empleo juvenil y hasta por el anteproyecto de Ley del Vino... Para todas ellas tuvo Rodríguez Zapatero respuesta amable, no siempre precisa, y la oportunidad –que aprovechó—de colocar los aciertos de su Gobierno.

No fueron preguntas agresivas e, incluso, sobre el tema del terrorismo y de sus víctimas, el presidente del Gobierno admitió réplicas y dúplicas. Eso sí, sin despeinarse, sin un mal gesto, con una leve sonrisa, pero con mirada fría y falta de pasión.

A José Luis Rodríguez Zapatero le falta mostrar sus convicciones –que las tiene y firmes--, despeinarse un poco, y utilizar con precisión el castellano. Anda algo corto de léxico, por muy lector de Borges que se haya confesado. Pero, a estas alturas del partido, tampoco se le puede pedir más. Y coincidía, claro está con la emisión del Dr. House, allá en Cuatro, la cadena amiga. Una cosa que se perdió el cronista por tener que ver a Rodríguez Zapatero en el más puro estilo ZP. ¡Lástima!.