www.diariocritico.com

Bienvenido al absurdo

viernes 05 de junio de 2009, 20:31h
Leo estupefacta la noticia de que un concejal madrileño ha celebrado el "bautizo civil" de un niño. Los protagonistas -padres y oficiante- del acto explicaban que su intención era festejar la venida al mundo del infante y escenificar de algún modo una bienvenida cívica. Para lo cual no se les ocurrió manera más adecuada de hacerlo que buscar un representante del mundo de la política que leyera a la criatura una lista de sus derechos como ciudadano de un país democrático.

Lejos de mi intención hacer crítica de la decisión de unos padres sobre cómo celebran la llegada de un hijo; entiendo tanto la alegría del momento como las ganas de festejarlo. Lo que ya no me cabe en la cabeza es que para ello haga falta "institucionalizar" el hecho, rodearlo de esa parafernalia o incluso, como propuso el concejal afectado, crear un registro específico. ¿Registro de qué? porque cuando alguien nace, ya pasa por el registro ... civil, y allí queda para siempre -mejor o peor escrito, según la letra del funcionario de turno- el nombre, orígenes y fecha de nacimiento del interfecto.

Entonces, ¿qué se registraría en ese registro? ¿Sería una lista de ciudadanos bienvenidos oficialmente al mundo democrático? Con lo fácil que es llamar a la familia y llevársela a comer al Pardo... O, si quiere uno exotismos, siempre puede irse de fin de semana a Benidorm o a Vigo y sumergir al niño en la mar océana, bajo la luz de la luna llena, mientras tararea un cántico del rito que uno prefiera. En fin, quiero con ello decir que celebraciones hay o puede haber tantas como nuestra imaginación quiera, sin tener que acudir a la oficialidad de un edil, un juez de paz o un guardia civil con bigote.

Hubo un tiempo en el que en este país se realizaban determinados ritos por pura inercia: cuando un niño nacía, se le bautizaba -¡y ay de aquel que no lo hiciera!-; al llegar al "uso de razón" se hacía la Comunión; la boda era por la iglesia -menudo disgusto se llevaba mamá si no...- y así sucesivamente. Esos usos cambiaron con la entrada de la democracia, y durante un tiempo hubo incluso su pequeño conato de rebeldía contra todo ello. Como siempre, el tiempo puso las cosas en su lugar. Yo creí llegado el día en que cada quien decidía qué hacer en función de sus propias convicciones: si uno tiene fe en la Iglesia Católica y considera que debe introducir a su hijo en esa doctrina, al nacer lo bautiza. Si no cree en ello, no pasa por la iglesia y todos felices. E igual con la boda: quien se considere cristiano, se casa por la Iglesia; quien no, elige lo civil o lo "municipal". Pero no: hay quien quiere escenificar o reproducir aquello en lo que no cree pero dándole un toque moderno o "civil".

Ya se celebran, me cuenta algún compañero, "primeras comuniones civiles", donde los niños reciben una galleta en lugar de la hostia consagrada -¿qué sentido tiene, repito, reproducir una liturgia en la que no se cree, aunque se cambien ligeramente los símbolos?-. No tardarán en aparecer las extremaunciones civiles, aunque maldita la gracia que debe hacer, en esos momentos, que se te aparezca un notario o el jefe del negociado del área de Urbanismo para contarte que te amparan los derechos a un buen tránsito y un confortable nicho temporal...
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios