www.diariocritico.com
Una decisión histórica

Una decisión histórica

martes 09 de junio de 2009, 01:47h

Al derogar la resolución sexta de Punta del Este, 1962, la OEA cerró un capitulo oscuro de su  historia con efectos adversos para las relaciones entre los estados del continente. La clave para respetar los principios del sistema interamericano  y  remover una exclusión vergonzosa de Cuba por cuarenta y siete años estuvo en separar la derogación de la resolución VI de Punta del Este (1962) del proceso de readmisión del gobierno cubano al sistema interamericano.

La resolución de San Pedro Sula es una victoria histórica del panamericanismo democrático. La mayoría de los cancilleres no solo derogaron la resolución VI de la VIII Reunión de Punta del Este (1962) sino ofrecieron  a Cuba  disculpas por la desviación que representó la misma de los principios recogidos en la Carta de Bogotá (artículo 3). A la vez, la resolución ofrece a Cuba un camino sin condiciones humillantes para retornar a la organización continental “de conformidad con las prácticas, propósitos y principios de la OEA”. 

Rectificando una injusticia:

Cuba fue excluida de la OEA por rebelarse contra el esquema de soberanía limitada que las administraciones Eisenhower y Kennedy pretendieron imponerle.  En lugar de demandar elecciones multipartidistas al gobierno revolucionario - como sugirió Arthur Schlesinger al presidente Kennedy- Estados Unidos usó a la OEA para  excluir al gobierno cubano por su orientación política.

La resolución VI de Punta del Este en 1962 no se basó en la defensa de la democracia sino en la exclusión ideológica. Guatemala y Nicaragua, desde donde se entrenó y partió la invasión de Bahía de Cochinos, así como Paraguay y Haití, tenían dictaduras de derecha que  votaron por  la separación de Cuba. En San Pedro Sula los gobiernos democráticos de esos países respaldaron la derogación de la resolución VI.

La resolución VI era, junto el embargo y el comunismo cubano, una de las ultimas reliquias hemisféricas de la guerra fría. Era anacrónico que  Cuba siguiera excluida del sistema interamericano por ser marxista o por su relación con un supuesto “eje chino-soviético”, cuando la Unión Soviética no existe y la Republica Popular China es miembro asociado del Banco Interamericano de desarrollo y principal socio comercial de varias economías de la región, incluyendo Estados Unidos.

¿Ministerio de colonias yanquis?

El resultado de San Pedro Sula demuestra que la OEA actual es diferente de la que separó a Cuba con la complicidad de Somoza e Ydígoras y el soborno a  Duvalier. Los gobiernos de la región, sean marxistas o no, son legítimos en el continente si respetan la democracia representativa. Sin ese progreso democrático no se entendería  esta actualización del tratamiento de Cuba. El pluralismo ideológico es hoy principio del sistema interamericano. 

La OEA actual aceptó la norma de gobernabilidad democrática a partir de la resolución 1080 de 1991 y de la Carta Democrática Interamericana (2001). En términos de membresía, hoy la organización incluye a todos los países del continente, incluyendo la totalidad del Caribe y Canadá. En todos sus miembros, la oposición política existe legalmente. Hoy, el derecho a la democracia representativa consagrado en la Carta de Bogota es una realidad imperfecta pero vigente en todos los países miembros. La OEA se ha opuesto a todos los golpe de estado en las Américas desde 1991.  El consenso alcanzado en San Pedro Sula prueba que el membrete de “ministerio de colonias yanquis” repetido contra la OEA es un cliché ideológico.

El futuro es más importante que el pasado:

Tan cierto es que Cuba fue excluida del sistema interamericano injustamente como que la OEA actual es una organización  de gobiernos elegidos por sus pueblos siguiendo los principios de la democracia representativa enunciados en la Carta Democrática Interamericana. La solución de San Pedro Sula ante esas dos realidades fue derogar la resolución VI de Punta del Este invitando  a Cuba a un dialogo para su integración a la organización.

Lo mejor es comenzar el acercamiento por temas nobles como son el intercambio educativo, la lucha contra el terrorismo, el narcotráfico, las pandemias,  la cooperación en la protección fitosanitaria, el enfrentamiento a huracanes. En la medida que se consolide la interacción será posible discutir la aceptación cubana de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cuya creación fue aprobada por el gobierno revolucionario en 1959; la colaboración con las misiones de observación electoral, y la adhesión a la Carta Democrática Interamericana  y a la Carta Social en proceso de elaboración.

Cuba por su parte debe repensar la percepción del sistema interamericano que desarrolló en las casi cinco décadas de exclusión y que Granma sigue destilado.  El sistema interamericano es cada vez menos una amenaza para la seguridad nacional cubana, como lo fue en Playa Girón en1961. Al frente de la OEA está un socialista chileno que respaldó hasta su muerte a Salvador Allende, un presidente socialista y democrático.  La resolución VI nunca podría aprobarse hoy.

Instituciones como  el Instituto Interamericano de Agricultura, las becas OEA o el Banco Interamericano de Desarrollo son oportunidades no amenazas para el desarrollo económico, la apertura y la inserción de una Cuba abocada a una reforma económica y una liberalización que pide el país con urgencia. Las organizaciones regionales latinoamericanas y caribeñas de integración son pilares no sustitutos para el dialogo y colaboración a nivel hemisférico. 

La obsesión de algunos nacionalismos latinoamericanos por enfrentar a Estados Unidos a partir de diferencias histórico-culturales entre la cultura latina mestiza y la matriz norteamericana anglosajona es rezago de posiciones ancladas en el siglo XIX. Aquellas realidades justificaron que Bolívar y Martí pensaran la América Latina, de raíz mestiza en oposición a la visión protestante y anglosajona de Estados Unidos. Durante el siglo XX, especialmente en su segunda mitad, procesos de transnacionalización, integración cultural  y globalización han cambiado la sociedad norteamericana en formas que demandan un replanteamiento de esas propuestas.

Hoy la América Latina no termina en el rio Grande pues las poblaciones latinas, mestizas, negras e Indoamericanas son un componente esencial del tejido social  y la identidad de Estados Unidos. El norte y el sur de las Américas están ligados inextricablemente.  Un nacionalismo latinoamericano del siglo XXI debe enfatizar la transformación de la OEA en instrumento efectivo para soluciones multilaterales de integración panamericana, no su fin. En momentos en que el ciclo del embargo se cierra, el nacionalismo cubano debe rebasar la agenda de resistencia y pensar el desarrollo económico como prioridad.

Victoria de todos:

Cortar los fondos norteamericanos a la OEA- como han propuesto el senador Robert Menéndez (D-NJ) y el representante Connie Mack y un grupo de legisladores afiliado a la derecha cubana exiliada- demuestra solo hasta donde están dispuestos a dañar los intereses nacionales de Estados Unidos en su ánimo revanchista. En tiempos cuando la izquierda caudillista del presidente Chávez arremete contra las instituciones del sistema interamericano y la democracia representativa experimenta una crisis de crecimiento, es urgente que Estados Unidos se comprometa con el funcionamiento eficiente y consensuado de las organizaciones multilaterales y se comporte con la dignidad de una potencia hemisférica democrática.

El consenso logrado por los cancilleres expresa los nuevos tiempos. Los países del ALBA lograron que la resolución no incluyera exigencias inaceptables, con las cuales hubiese sido imposible dialogar con Cuba.  El resto del continente, mas comprometido con la norma hemisférica de gobernabilidad democrática, garantizó con  el segundo componente de la parte resolutiva: todo dialogo con Cuba para su readmisión debe ubicarse dentro de las normas adoptadas por la organización, incluida la Carta Interamericana democrática de 2001. Fue una victoria de todos.

Arturo López Levy es conferencista y candidato a Doctor en la Escuela Josef Korbel de Estudios Internacionales de la Universidad de Denver. Es graduado de maestrías en Relaciones Internacionales de la Universidad de Columbia en Nueva York y Carleton en Ottawa. Se graduó de licenciado en Relaciones Políticas Internacionales en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa” de la Habana.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios