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Luces rojas

Luces rojas

lunes 15 de junio de 2009, 11:39h
   Se cumplieron las previsiones. El desvarío de la política europea durante los últimos años, con el añadido de la hecatombe económica y social, ha dejado desamparado el proyecto diseñado por los fundadores de la Unión tras la Segunda Guerra Mundial. Como me decía Isidre Molas, buen amigo, senador y dirigente del P.S.C. (Partit Socialista de Catalunya), “lo mas preocupante es la pérdida de influencia de las dos grandes corrientes políticas que protagonizaron en 1945 el gran acuerdo sobre el modelo social europeo y las bases políticas de la unión europea: los democristianos y los socialistas”. Y tiene razón. Durante cincuenta años, la “centralidad” de ambas fuerzas constituyó el corazón político de la nueva Europa. Habría que añadir el papel del gaullismo francés para comprender el consenso del eje franco-alemán en su dimensión más completa.

    Pues bien, los resultados del 7-J ponen de relieve la decadencia de las dos grandes fuerzas promotoras del impulso europeo. La democracia cristiana, exceptuando el caso alemán, ha perdido influencia de forma progresiva, y, la izquierda europea aparece atenazada por una espiral de confusión, desconcierto, ausencia de “ideas fuerza” y carencia de liderazgo y organización. La presencia y el crecimiento de fuerzas ultraliberales, populistas, xenófobas y euroescépticas, han sustituido y vaciado de contenido a la vieja democracia cristiana. El caso de Italia resulta casi dramático. Un personaje como Berlusconi, digno de una mala comedia de enredo, cada día más parecido a un Mussolini revivido, mantiene su hegemonía en una sociedad culta, desarrollada, con una amplia tradición de izquierda y una potente experiencia política colectiva. De la izquierda, ¿que decir? Insisto. ¿Dónde está el Partido Socialista Europeo? ¿Cómo se puede presentar dividido en relación con al posible apoyo a la reelección de un conservador neto como Durao Barroso? ¿Dónde se ha perdido la capacidad de coordinación e impulso con un proyecto “reformista fuerte” en el medio de la mayor crisis neoliberal de los últimos sesenta años? ¿Qué propuestas centrales conocen los europeos para abordar políticas anticrisis coordinadas frente a la inoperancia que atraviesa la U.E.?

    Porque lo cierto es que la Unión Europea está en un pantano político e institucional. Es imperativo reconocerlo rotundamente. Así no podemos seguir. Tras la derrota y el fiasco de la Constitución europea, con la vigencia provisional del Tratado de Niza y sin saber cual será el futuro del Tratado de Lisboa, Europa navega sin rumbo. Carecemos de liderazgos sólidos, Bruselas aparece cada vez mas lejana e incomprensible para el común de los ciudadanos, la crisis golpea a trabajadores y a las clases medias, la gestión de la crisis económica propiciada por del Banco Central Europeo es un desastre sin paliativos, y, para colmo, los sectores mas degradados  vuelven su mirada contra los inmigrantes y retornan comportamientos desconocidos entre nosotros desde hace muchas décadas. Hasta la izquierda se pliega a esa presión “ideológica” y cede ante directivas comunitarias más próximas a las tesis de la construcción de la “fortaleza europea” que a la comprensión profunda del mundo que nos ha tocado vivir. La cuestión es, ¿ha dimitido la izquierda europea de su responsabilidad?

    Es urgente una revisión, un debate profundo y decisiones inmediatas para corregir el rumbo. De lo contrario caminamos hacia una deslocalización política de la U.E.

    ¿Y España? Una lectura interna de los resultados resulta inevitable. El propio sesgo de la campaña puso de relieve los profundos males que nos acechan. El Partido Popular aprovechó la coyuntura, se olvidó de Europa e intentó realizar su ajuste de cuentas con Zapatero. Lo único que le preocupa es deteriorar a Zapatero. Lo demás es poesía. Sigue movilizando a toda la derecha, pero en el pecado lleva la penitencia. Es verdad que gana las elecciones, pero no es menos cierto que el resultado obtenido pone de manifiesto sus límites electorales. O Rajoy se mueve hacia en centro moderado o se hará viejo en la oposición.

    ¿Y el PSOE? Zapatero haría bien en reflexionar sobre lo ocurrido. La derrota de Galicia se ha ocultado. Sería inoportuno no reflexionar sobre la segunda experiencia negativa. ¿Ha sido acertada la resolución de la última crisis de Gobierno? ¿Por qué se desmoviliza la izquierda como en Galicia? ¿Solo influye la crisis económica en la desafección y lejanía de un sector de la izquierda? ¿Hay errores y gestos que ponen en cuestión la buena gobernanza y sugieren que no se deben utilizar señuelos para “movilizar” a la izquierda? Porque lo cierto es que no existe una alternativa real y progresista a la los ejes de la respuesta a la crisis que está protagonizando Zapatero. Son políticas socialdemócratas típicas y muy próximas a las que desarrollan los gobiernos europeos no progresistas y, no digamos, a lo que está haciendo Obama en los EEUU. El PP no tiene alternativa y guarda un cínico silencio. El problema está en la política, en los gestos, en la solidez política del Gobierno, en su capacidad colectiva de liderazgo. Esa es la cuestión.
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