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Trilogía ‘Millenium’, crítica de Fernando Jáuregui

Un fin de semana con la Salander

Un fin de semana con la Salander

domingo 21 de junio de 2009, 12:14h

Sí, lo confieso: he caído en las garras de Lisbeth Salander, la heroína de la trilogía ‘Millenium’, la magna obra póstuma del periodista sueco Stieg Larsson, un hombre que se hubiese quedado estupefacto ante el éxito masivo de sus tres libros. Y he pasado el fin de semana devorando el tercero de estos libros, recién aparecido y del que ya van vendidos quién sabe cuántos centenares de miles de ejemplares en español. Seguro que no he sido el único que ha gastado el finde con la Salander, con Mikael Blomkvist y compañía: en España se editan muchos títulos, se lee poco y, cuando se entra en estado de histeria con un título, todo se desborda. Así que la gente se ha lanzado a las librerías y hala, a devorar esta ‘reina en el palacio de las corrientes de aire’, título tan absurdo como los otros dos precedentes en la trilogía de ‘Millenium’, que es la mancheta de la revista progre de Larsson, digo de Blomkvist.

De acuerdo: reconozco que soy un salanderadicto. Creo que estoy enamorado de esa chica menudísima, salvaje, tatuada, intratable, anarquista. Literariamente enamorado, quiero decir, desde luego: ay de quien tuviese que compartir su vida con la heroína de ‘Millenium’. No, no le voy a contar cómo acaba este tercer volumen, pero le diré que no acaba mal. Ni bien. Sospecho que Larsson preparaba un cuarto volumen, pero el corazón puso fin al culebrón. Le ocurrió exactamente igual que a uno de los personajes de este tercer volumen, que murió en la redacción de su periódico, de un ataque cardíaco, con las botas puestas. Lástima, porque ahora estaría disfrutando de lo lindo viendo cómo se venden sus libros por millones.

¿Es mejor este tercer volumen que el segundo? ¿Es peor el segundo que el primero? El primero, ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’, del que hasta se ha hecho ya una película que ni fu ni fa, me emocionó. El segundo, ‘La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina’, me divirtió. Este tercero, ‘La reina…’, me ha interesado como un thriller más, como una novela seminegra –no quiero decir gris, claro que no—más. Una buena novela de acción en la que Larsson se recrea, periodista al fin, en sus conocimientos de los servicios secretos y en las cloacas subterráneas del Estado –cómo no pensar, por cierto, en algunos recientes pasajes de nuestro CNI--.

Quiero decir, sí, que este tercer volumen me resultó algo forzado. Los buenos son tan buenos, tan íntegros, tan de una pieza, y los malos son tan malos que a veces a la novela se le ven las costuras y resulta demasiado obvio que Larsson se deja llevar por sus simpatías y sus fobias. La Salander pierde sus perfiles malvados, que tan bien le sentaban, y se convierte en casi un ser angélico. Blomkvist encuentra el amor –no, no con la Salander--, la revista triunfa con un nuevo número sensacional y hala, todos tan contentos. Excepto, claro, la Salander, que, al menos, no pierde su patetismo, que es lo menos que podía dejarle Larsson a esta lumpen tatuada, archimillonaria y superciberdotada.

En fin, que todas las modas traen aparejada la polémica. Seguro que ahora vendrán los turiferarios y también los detractores. Yo, qué quieren que les diga, he leído novelas policiacas --¿es esta una novela policiaca?—más apasionantes. Pero también he leído, o abandonado, otras mucho más aburridas: a la Salander no se la abandona así como así durante un fin de semana. Lo que parece seguro es que esta chica, que se bebe la vida a enormes tragos, no llegaría a vieja, suponiendo que el culebrón hubiese continuado. Pero la vida es así, y paró la carrera de Larsson –ahora dicen, menuda cara la de sus editores, que dejó otro libro inacabado—tras subir unas escaleras a toda leche, cuando parece que llevaba un ‘scoop’ a la redacción de su revista.

Stieg Larsson: ‘La reina en el palacio de las corrientes de aire’, Ed. Destino, 854 páginas.

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