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El rol de las Cámaras Españolas de Comercio en América (primera parte)

El rol de las Cámaras Españolas de Comercio en América (primera parte)

sábado 04 de julio de 2009, 19:26h

¿Cuál es el rol de las cámaras españolas de comercio en América? ¿Cuál es su misión? ¿Cuáles son sus funciones, sus fines y cometidos? Podría parecer paradójico que comencemos este artículo con tales interrogantes que, con tantos años de actuación de nuestras entidades camerales, ya debieran contar con una respuesta canónica.

En efecto, las cámaras son una realidad institucional desde un tiempo que la memoria olvida; algunas de ellas –como las de Argentina y Perú- fueron constituidas hace más de 120 años, otras cuentan con una fecha de creación más reciente pero todas ellas cumplieron un propósito común: el crecimiento del comercio bilateral entre España y el país de su radicación. Era la exigencia de los tiempos: mayor intercambio comercial en las mejores condiciones de contratación posibles. De allí, su denominación –cámaras de comercio- y de allí su ideario constitutivo y su objeto estatutario. Así trabajamos, durante décadas, contribuyendo a que las tarifas, las tasas y las gabelas fueran mínimas y equitativas o que las barreras paraarancelarias se levantaran o minimizaran o que las normas fitosanitarias no constituyeran un obstáculo insalvable para los productos españoles; en fin, que el comercio bilateral fluyera de la forma más ágil, sencilla y creciente, contribuyendo –como efecto mediato- a la buena relación entre los pueblos.

A principios de la década de los noventa, irrumpe, en este escenario, un hecho trascendente: el proceso de internacionalización de la empresa española y la radicación de sus inversiones en América. Un proceso que se ha revelado, por voluntad y fortuna, de características permanentes, crecientes y sustentables. Todo ciudadano español conoce, sobradamente, el esfuerzo empresarial que ello significó y la magnitud de los importes invertidos que –sólo en el período 1993-2006- alcanzaron a más de 200.000 millones de euros que, al tipo de cambio vigente, significan 280.000 millones de dólares (inversión extranjera directa bruta en América según datos del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio de España).

Este verdadero proceso épico de la empresa española –enfrentando y superando cientos de realidades diferentes, con espíritu emprendedor y comprensión de las culturas locales- tomó a las Cámaras por sorpresa. Acostumbradas, como antes mencionaba, a la consideración de asuntos puntuales, circunscriptos al comercio exterior, se encontraron –de pronto- con un importante y creciente número de nuevos problemas, de nuevos desafíos que planteaba esa masiva radicación empresarial y que debían encontrar pronta y efectiva respuesta. 

Buscamos un espejo donde mirarnos y lo hicimos en las ochenta y dos cámaras de comercio –colegas y hermanas- situadas en el territorio español, donde encontramos modelos organizativos y de actuación pero que, aún reconociendo su alto valor, sólo pudimos utilizar parcialmente. En efecto, nuestra organización se les asemeja pero también guarda importantes diferencias estructurales que exigen soluciones alternativas.

En primer lugar, a diferencia de las cámaras en España, la asociación a nuestras entidades es voluntaria y no obligatoria; pertenecemos, sin embargo, a la red estatal de cámaras españolas y somos cámaras oficiales del Estado Español, tuteladas por el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, especialmente, mediante la acción conjunta con las Consejerías Comerciales. Además, sin que ello importe una contradicción con la tutela estatal, tenemos una suerte de actuación binacional y muchas de nuestras cámaras han agregado, en su denominación, el gentilicio del país de su radicación. Consecuencia de la voluntaria asociación, nuestros ingresos provienen de una cuota asociativa, fijada libremente por la asamblea de los socios de la cámara, así como también del subsidio estatal y de las actividades que podemos realizar.

Con estas realidades estructurales, en un proceso adaptativo llevado con la urgencia que nos imponían las circunstancias, conseguimos construir el nuevo perfil idiosincrático.

En efecto: hemos mutado de nuestra posición inicial de cámaras de comercio a una identidad más rica y compleja como cámaras empresariales; ya no somos entidades exclusivamente preocupadas y ocupadas en los asuntos de comercio exterior sino en alentar, representar y defender la inversión y radicación de las empresas españolas en América. La diferencia conceptual es radical porque nuestro ámbito de actuación se ha extendido a todos los aspectos de la vida empresarial, a tono con la realidad de nuestras compañías asociadas, sin olvidar –por cierto- las cuestiones del comercio internacional.

Estamos ahora tan interesados y ocupados, como cualquier asociación empresaria local,  en propiciar los mejores sistemas, las mejores normativas, los más interesantes alicientes para la vida empresarial, concientes de trabajar por la evolución armónica y sustentable de la sociedad donde estamos radicados, que es la mejor garantía para que las empresas puedan desarrollar su tarea en un marco de previsibilidad, respeto y eficiencia. Hoy somos, en fin, los voceros y representantes de la inversión española en los países donde actuamos, con el sinnúmero de actividades, funciones y responsabilidades que ello comporta, constituyendo un vínculo insoslayable de la inversión española con la sociedad civil y empresarial locales.

Hemos realizado esta transformación impulsados por la demanda imparable de la potencia inversora española pero, sin que el apremio de las circunstancias, nos haya hecho perder el concepto estratégico y racional de nuestra actuación. Hoy, transcurridos quince años de esta evolución, las veinticuatro cámaras españolas de comercio que integramos la Federación de Cámaras Españolas de Comercio en América (Fececa), nos hemos reunido para reflexionar en profundidad sobre este proceso, tanto para considerar la responsabilidad que importa ejercer nuestra función con prudencia y efectividad así como también para fijar nuestros principales objetivos de actuación.

Por eso, se convocó el Congreso de Cámaras Españolas de Comercio que, bajo el lema “El rol de las cámaras en el siglo XXI”, se reunió en Buenos Aires el 11 y 12 de junio pasado, con la presencia de los veinticuatro presidentes y secretarios generales de las cámaras integrantes de Fececa, desde Nueva York hasta Santiago de Chile, a través de toda la geografía americana. Lo hicimos bajo la tutela del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio en la persona de su Director General de Comercio e Inversiones D. Antonio Sanchez Bustamante, y que –entre otros distinguidos ponentes- contó con la participación del Secretario General Iberoamericano Don Enrique Iglesias y del Director General del Consejo Superior de Cámaras Don Eduardo Moreno, en representación de su presidente D. Javier Gomez Navarro.

El Congreso se desarrolló sobre tres ejes temáticos: el rol de las cámaras españolas en América, la responsabilidad social corporativa y el arbitraje. Cuestiones decisivas –sin duda- para avanzar en nuestro concepto de cámaras empresariales modernas, comprometidas con las compañías que representamos y con las sociedades a las que pertenecemos.

Las conclusiones quedaron reflejadas en la Declaración de Buenos Aires, documento de alcance estratégico, cuyo desarrollo y alcance brindaremos a nuestros lectores en nuestro próximo artículo.

Guillermo Ambrogi
El autor es presidente de la Federación de Cámaras Españolas de Comercio de América (Fececa) y de la Cámara Española de Comercio de la República Argentina (Cecra).

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