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Arturo Lopez Levy

La debida secuencia

La debida secuencia

martes 07 de julio de 2009, 01:28h

Arturo Lopez Levy

 

La debida secuencia

 

El golpe de estado contra el presidente Manuel Zelaya en Honduras ha generado un repudio internacional generalizado. Todas las organizaciones regionales de las Américas comenzando por el Sistema de Integración Centroamericano (SICA) y el Grupo de Río condenaron la asonada. La Asamblea General de las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos han sido categóricas: la acción militar es una interrupción del orden constitucional hondureño y debe ser revertida.

 

La Carta Democrática Interamericana tiene defectos que le han impedido actuar preventivamente ante varias alteraciones del orden constitucional pero es explicita en casos como la crisis hondureña. Los golpes militares son inaceptables pues interrumpen de la constitucionalidad. Los remedios también son explícitos en los artículos 17-21. Primero, medios diplomáticos y de buenos oficios para persuadir un cambio de posición del gobierno en cuestión. Si no son aceptados, el artículo 21 prevé la suspensión inmediata de su participación en la OEA.

 

No es sorprendente entonces que la resolución de la Asamblea General de la OEA adoptada el pasado martes y las declaraciones de su secretario general sean categóricas. El gobierno usurpador hondureño  tiene tiempo limitado (72 horas) para deponer su autoridad y restaurar a Manuel Zelaya, el único presidente electo constitucionalmente por el pueblo de Honduras.

El tema de la no reelección.

Algunos analistas se empeñan  en justificar el golpe y arruinar la buena voluntad que goza el presidente Obama en la región. En el Wall Street Journal, Mary Anastasia O’Grady afirma que los militares que despertaron a Zelaya el domingo, con un fusil en el pecho y amenazaron matarlo si usaba el celular son los verdaderos demócratas.

 

Carlos Alberto Montaner estrenó la tesis del “golpe de estado humanitario” a posteriori, afirmando que la interrupción del orden constitucional debe ser respetada y las elecciones adelantadas para evitar “un baño de sangre”. Curiosamente la frase fue usada primero por Hugo Chávez el domingo en su programa “Alo presidente”. Montaner mide el apoyo popular a los golpistas según el filo de sus bayonetas, deduciendo que miles de hondureños están dispuestos a morir por evitar que Zelaya gobierne hasta enero del 2010. 

 

O’Grady, Álvaro Vargas Llosa y Montaner convergen en señalar que  Zelaya es responsable del golpe que lo derrocó por buscar su reelección a través de un referéndum constitucional contra la declaración expresa de la Corte Suprema hondureña. Esa historia tiene sin embargo demasiados huecos.

 

Debo aclarar que no soy partidario de las reelecciones ni de los cambios constitucionales apurados. Por el contrario, concuerdo con la mayoría de los cientistas políticos que los sistemas presidenciales son en general menos estables y eficientes que los parlamentarios y que la reelección presidencial, especialmente la indefinida y  por más de un periodo amplifica los vicios del caudillismo y la corrupción del poder. No es sorprendente que opiniones mayoritarias en México, el país latinoamericano que ha mantenido la no reelección de modo mas consistente desde la Constitución de 1917, consideren la misma la mayor conquista de la revolución, por encima de la nacionalización petrolera y la reforma agraria.

 

¿Por qué son cuestionables los argumentos de Montaner, O’ Grady y Vargas Llosa? En primer lugar el referendo promovido por Zelaya no tenía referencia a la reelección presidencial sino consultaba al pueblo sobre la pertinencia de una asamblea constituyente. Era una encuesta no vinculante que no cambiaba ninguna ley. El propio Zelaya ha aclarado en la ONU que la reelección es imposible en Honduras, que el no aspiraba a la misma y que incluso si fuera parte de la reforma constitucional beneficiaria solo a sus sucesores.

 

Segundo, si el presidente ignoró el balance entre los poderes del estado, esa es una cuestión a resolver legalmente. La deportación del presidente en pijamas por un grupo de  militares es ilegal. Nada en la constitución hondureña autoriza la remoción militar del presidente, no importa cual sea la opinión de las iglesias cristianas, los partidos tradicionales, el congreso y la corte suprema- para usar la lista justificativa de Carlos Alberto Montaner.  Si el presidente había cometido- como afirman sus oponentes- dieciséis delitos lo constitucional era juzgarlo en el congreso, y exponer sus faltas, no deportarlo a Costa Rica, reprimiendo a sus partidarios.

 

Tercero, si como afirman Montaner y Roger Noriega, ex secretario para America Latina bajo Bush, Zelaya era un presidente impopular, a solo unos meses del fin de su mandato, el golpe de estado debiera inscribirse en los anales de la estupidez. Los golpistas transformaron  al empresario agrícola en mártir de la democracia continental.

 

La política correcta:

Por fortuna, el presidente Obama y la secretaria Hillary Clinton no han seguido los consejos de los columnistas de marras.  Solo un desinformado dejaría a Hugo Chávez la defensa de la democracia representativa en la región. La Casa Blanca ha negado categóricamente cualquier vínculo con el golpe, llamando a la restauración del presidente Zelaya. La Administración Obama ha reforzado los esfuerzos multilaterales de la OEA para restaurar al presidente Zelaya con todos sus plenos poderes. Si los usurpadores en Tegucigalpa abrigaban sueños de retorno a la era de los golpes militares, es  hora que se despierten. 

 

Discutiendo la necesidad de una gran estrategia norteamericana para el siglo XXI, el ex senador y candidato presidencial Gary Hart ha resaltado la importancia de lo que llama “el cuarto poder”, definido como el poder de los principios democráticos norteamericanos. Según Hart, Estados Unidos se debilita cuando siguiendo objetivos cortoplacistas respalda las violaciones de las libertades constitucionales, la democracia representativa, la libertad de prensa y otros principios democráticos que hacen atractivo a Estados Unidos a nivel mundial. El presidente Barack Obama, que fue profesor de Derecho Constitucional ha reiterado que las democracias se fortalecen cuando actúan en función de lo que predican. 

 

El golpe ya fracasó. Ningún país ha reconocido el gobierno de Bertinetti. El presidente Barack Obama, demostrando una diferencia sustancial con el apoyo otorgado por Bush a los golpistas venezolanos en 2002, ha rechazado el cuartelazo como un mal precedente y un retroceso en el desarrollo democrático de la región. Brasil y México, han declarado categóricamente que no reconocerán otro presidente en Honduras que Manuel Zelaya. Cada día los golpistas se complican mas, derogando garantías constitucionales, atacando los medios de prensa nacionales y extranjeros como CNN, Telesur y la Associated Press y usando gases lacrimógenos y camiones de agua contra el pueblo.

 

Como ha dicho el presidente de Brasil, Lula Da Silva, la democracia participativa debe ser complemento no socavación de la representativa. Los referéndums no son sustitutos de la búsqueda de consensos y compromisos a través de las instituciones. La OEA debe discutir la falta de mecanismos preventivos para evitar polarizaciones como la hondureña o la inconveniencia de un referéndum como el promovido por Zelaya. Eso es pertinente pero a su tiempo. Primero es necesario restaurar al único presidente de Honduras con el cual ese dialogo es legítimo: Manuel Zelaya. Es la debida secuencia.

 

 

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