Goebbels ‘revisitado’

Los nuevos alumnos de Joseph Goebbels, ministro de Educación Popular y Propaganda de Adolf Hitler, saben lo beneficioso que es para su labor de entronizar y perpetuar a sus líderes en el poder, así como en la construcción de lo que llaman socialismo del siglo XXI, operar “siempre a partir de un sustrato preexistente”. Se denomina “principio de la transfusión” y se basa en la exacerbación de alguna “mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales”.

Quienes siguen esta línea en la lucha ideológica contra sus adversarios políticos saben que el insulto y la calumnia, sazonados con referencias casi siempre negativas y pocas veces basadas en la realidad, consiguen “arraigar en actitudes primitivas” de las masas a las que quieren no sólo seducir, sino esclavizar. Suelen, además, como el ministro nazi, “convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave”.
 
Utilizan hasta el cansancio el “principio de la vulgarización”. Es decir, que “toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuánto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar”. Concluye el principio con esta lápida: “Además, tienen gran facilidad para olvidar”.

El uso y abuso de estos principios condujo a todo un pueblo a su destrucción y costó a la humanidad millones de muertos. Su empleo en la actualidad es cosa fácil de constatar. Sólo falta preguntarnos, día por día, si estamos dispuestos a pagar el precio en nuestra propia carne.