Lo ha dicho
Víctor Manuel y, al menos en esto, no voy a llevarle la contraria: soy un ignorante desinformado. ¡Qué se le va hacer!
De haber querido ser un hombre letrado no habría estudiado periodismo, pero ya se sabe: el que vale se hace cantautor y el que no sirve se dedica a escribir sobre lo que hacen los cantautores.
El cantante asturiano está molesto porque considera injusto, además de incierto, que se afirme que los artistas del sindicato de la ceja ( lo de sindicato es cosa mía) concentran el mayor número de ayudas oficiales.
“Yo no conozco a nadie, ni de derechas ni de izquierdas – ha dicho Víctor Manuel - que haya trabajado más o menos por apoyar a un partido político" y ha denunciado que
"las críticas que se hacen provienen de personas ignorantes y desinformadas que tienen que hablar de lo que saben y de lo que no saben para vivir.”
¡Hombre, Víctor¡ para vivir se hace cualquier cosa, por ejemplo escribir y cantar en 1966 una canción alabando al dictador Francisco Franco y sus 25 años de paz ¿Recuerdas?
El problema de los ignorantes es que, al menos, tenemos memoria, y no una memoria selectiva y excluyente sino demoledoramente completa.
No se trata aquí de recordar de donde venimos cada uno de nosotros y donde estamos ahora, pero algunos artistas se empeñan en ocultar sus vergüenzas y eso es no sólo feo sino sobre todo inútil.
Lo del trinque de la teta oficial es algo que funciona muy bien cuando gobierna la izquierda y la culpa no la tenéis vosotros – los de la ceja -, sino de quienes os dejan ordeñarla.
Las subvenciones al cine por una cantidad superior a los ingresos que producen las películas, los contratos para los programas de la tele y las fiestas de los amigos, e incluso los conciertos solidarios que algunos/as cobran, forman parte de la realidad que permanece como memoria indeleble en las hemerotecas.
“Los cantautores en la historia de España”, curso organizado por la Universidad Complutense en El Escorial, debe servir para aplaudir lo mucho bueno que algunos han hecho, aunque no os deberían doler prendas reconocer o al menos no cabrearos porque otros recuerden lo que vosotros decidís ignorar.