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La UCM viaja a la deforestación del Amazonas

viernes 04 de septiembre de 2009, 12:35h
Una investigadora de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) se ha desplazado hasta la Amazonia brasileña para estudiar los usos de sus bosques y fomentar estrategias de gestión forestal más sostenibles.
La deforestación de la selva amazónica no es sólo una catástrofe ecológica, sino también un problema social que afecta sobre todo a las poblaciones que tradicionalmente han vivido haciendo uso de sus recursos. Una de las estrategias para luchar contra esta pérdida acelerada de bosques es lo que se ha venido en llamar "manejo forestal diversificado", es decir, un plan de gestión en el que se integran tanto los usos de extracción maderera como los usos no madereros (medicinas, rituales, alimenticios, cosméticos...), e incluso los servicios que, de forma silenciosa, prestan estas inmensas masas forestales: regulación del clima, protección de la erosión, conservación de la diversidad biológica, captura de dióxido de carbono, etc. 

La clave, por tanto, estaría en la implementación de estrategias que integren los distintos usos y que tengan en cuenta a los diferentes actores, y todo ello, además, de forma “no predadora”, conservando los bosques amazónicos y evitando su degradación. Esta política, que ya se está llevando a cabo en algunos bosques tropicales, encuentra todavía muchas dificultades de carácter técnico, económico y de falta de los conocimientos necesarios. Por ello se ha llevado a cabo este estudio, con el objetivo de aportar algunos de esos conocimientos y contribuir así a la puesta en marcha de estrategias de gestión forestal diversificada más eficaces.

La investigadora principal de este trabajo, Cristina Herrero, explica que el problema radica en que “los usos no forestales del suelo, como son los pastizales y los cultivos extensivos como la soja, son más rentables que los bosques. La extracción maderera, realizada de manera racional, es una buena forma de dar valor a los bosques, pero lo malo es que no es económicamente rentable esperar cincuenta años entre un ciclo de corte y otro, por lo que es fácil que los bosques se degraden en ese período por extracción ilegal de la madera, incendios, etc. Una vez degradados, es mucho menos costoso acabar de desmontarlos e implantar cultivos o pastizales”. Y continúa: “Sin embargo, si se incluyeran en los planes de manejo forestal los otros productos y servicios que proporcionan los bosques, tal vez sí podría ser rentable mantener estos ecosistemas y, además, se incluiría en esta estrategia a las personas que tradicionalmente habitan estos bosques y utilizan sus productos”.

"Incompatibilidad"
La investigación, dirigida por el profesor complutense Miguel Ángel Casado y la investigadora Carmen García Fernández, y en la que ha colaborado también Plinio L. J. Sist, ha descrito las especies arbóreas que pueden ser objeto de usos diversos y que, por ello, pueden provocar “conflictos de uso”, es decir, incompatibilidad entre ciertos usos, como por ejemplo la tala de árboles y la extracción habitual de resinas o aceites.

Después, y ya que no todos los conflictos de uso son igual de intensos ni relevantes, ha definido las cuatro especies arbóreas que presentan un mayor potencial conflicto de uso: el cumarú (Dipterix odorata), el ipé amarillo (Tabebuia serratifolia), el ipé rojo (Tabebuia impetiginosa) y el jatobá (Hymenaea courbaril). El problema para estas especies es que presentan una densidad de ejemplares muy baja (menos de 0,2 por hectárea), por lo que son más sensibles a la explotación. Además, su  madera es muy valiosa y al mismo tiempo sus productos no madereros (la corteza del ipé, la resina del jatobá y las semillas del cumarú) son caros y cuentan con un mercado internacional importante.

Medicinas naturales
Según explica Cristina Herrero, “la importancia última de este conflicto, sin embargo, será diferente en función de las condiciones socioeconómicas de cada sitio, así como del uso real que las poblaciones hagan de estas especies”. Este trabajo supone un primer paso en el que se definen las prioridades en el manejo del conflicto de uso para la elaboración de planes forestales concretos. 

Herrero afirma que “está documentado cómo algunas comunidades del Amazonas han tenido que dejar de consumir sus medicinas tradicionales cuando los árboles de los que las extraían iban desapareciendo por la tala masiva. No se trata de pretender, desde fuera, exaltar la vida en el bosque y aspirar a que la gente siga viviendo como sus abuelos. Esto sería, en mi opinión, sumamente injusto. Sin llegar a ese extremo, y mientras las propias comunidades deciden qué modelo de desarrollo quieren, es pertinente no privarles de los recursos naturales que, en muchos casos, son cruciales para su supervivencia”.

Ciencia y aventura

Cristina Herrero manifiesta que en una investigación como ésta hay también una buena dosis de aventura: “El trabajo de campo ha sido duro y emocionante a la vez. Un trabajo de este tipo siempre es difícil, pero si encima las dificultades burocráticas son enormes, se depende de factores como la lluvia torrencial, o si hay o no caza para alimentarse y poder continuar el trabajo, de que no haya ningún accidente... Hay que hacer un profundo ejercicio de paciencia para no desesperarse y, sobre todo, desarrollar un buen sentido del humor”.

Sobre su experiencia personal, cree que lo que recordará con más fuerza será “la soledad: las noches en la hamaca, escuchando la lluvia y el croar del sapo canú-arú mientras leía a la luz de la fogata o escribía”. Y es que “la experiencia marca no sólo por la aventura o la emoción, sino también por los momentos malos. En cualquier caso, la idea es devolver estos resultados a la comunidad y que les sirva poder valorar lo que tienen, tanto sus tradiciones como sus recursos”.
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