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Ojo, Mariano Rajoy

Ojo, Mariano Rajoy

miércoles 21 de octubre de 2009, 14:52h
Nada como darse un homenaje de vez en cuando, sobre todo cuando vienen mal dadas. El debate presupuestario era la ocasión de olvidarse de las broncas Gürtel y las hipotecas con Francisco Camps. Todo eran ventajas. Rajoy es un buen parlamentario, el debate tenía el esquema de un debate sobre el estado de la nación: expectación garantizada, tiempo suficiente para la exposición y réplica garantizada. Y lo mejor: el rival. Elena Salgado, primeriza en la elaboración de un presupuesto y novicia en un debate parlamentario de altura.

    Y Rajoy aprovechó las ventajas del desigual combate. Bien parecía sobrevolar sobre la tribuna de oradores mientras sus gestos inquisitivos y sus dardos afilados caían como un saco de golpes sobre una rival que pedía una y otro asalto que le salvara la campana. El lenguaje tecnocrático de la vicepresidenta y las puyas recién aprendidas para la esgrima parlamentaria no fueron suficientes para contener la que se le venía encima. Salgado más bien parecía parapetarse tras la tribuna que utilizarla para proyectar un discurso convincente.

    Pero se mantuvo en el cuadrilátero y no dobló la rodilla. Y además puso en evidencia a su crecido rival que fue demasiado de sobrado. Porque con el mejor vimos también al peor Rajoy: el displicente, el del ninguneo, el mismo que hace un año se dirigió despectivamente a los socialistas gritándoles que no sabían leer. Y no se le ocurrió otra cosa que llamar mindundi a la vicepresidenta, tratarla de donnadie y poco menos que decirla que se quitara de en medio, que el solo ha nacido para pegarse con Zapatero.

    Elena Salgado ha dado al incidente un tonillo de género y ha denunciado los atavismos de la derecha para, de manera fina, llamar machista a Rajoy. Posiblemente la cosa no vaya por ahí. Son otros los atavismos. Pero este Rajoy al que apenas se le conocen éxitos políticos y al que bien poco le duran –basta con la última ocurrencia de Esperanza Aguirre o los próximos folios transcritos de  la trama Gürtel- debiera tener mucho ojo con ese aire de superioridad, clasista y displicente tan de la derecha más rancia de colegio de pago y que le asoma de vez en cuando. A Zapatero le trató durante la Legislatura anterior como un mindundi, un impostor. Recuérdese la teoría de la conspiración que habría arrebatado al PP su legítima victoria en 2004 que utilizó la oposición para justificar su fiasco electoral.

La frase favorita de Rajoy por entonces era aquella que usaba en los debates parlamentarios tras cada cumbre Europea: “Señor Zapatero, de usted lo que sabemos es que solo sonreía a todo el mundo, porque todo se ha acordado, todo transcurrió, como si usted no hubiera estado”. Lo malo para él es que el “ausente” le volvió a ganar en 2008 y además ha acabado sentándose en el G-20. 

    Ahora con estas actitudes Rajoy sigue la senda del desprecio para ocultar tanto los revolcones que ha sufrido debate a debate con Zapatero como su absoluta incapacidad para ofrecer un programa alternativo. Es claro que Elena Salgado está muy verde al frente de las cuentas públicas y no es una buena parlamentaria. No lo es menos que Rajoy sigue siendo un líder de la oposición insolvente: ha desaprovechado una oportunidad de oro de explicarle a este país un programa económico alternativa más allá de la cantinela de “menos derroche, menos paro, menos déficit”. Conocemos las malas cuentas del Gobierno. Pero seguimos desconociendo cuáles son esas buenísimas cuentas que dice hacer Rajoy. Seguimos sin saber como recaudaría más dinero para las arcas del Estado, cuando invertiría y en dónde, de dónde ahorraría, de qué servicios prescindiría so si los mantiene como piensa financiarlos, qué pondría sobre la mesa del diálogo social para lograr de los interlocutores una reforma laboral, como mejoraría la financiación de los ayuntamientos o de las comunidades autónomas, cuánto subiría el presupuesto para I+D+i, las becas, las pensiones… o si acaso las bajaría. Lo único que sabemos es que solo quiere discutir con Zapatero y va de sobrado. Siempre es difícil ser humilde, aunque aún es más complicado  aún ser tan soberbio con tan escaso bagaje.
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