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¿Estamos locos o qué?

La columna de Gema Lendoiro: 'Se va la crisis, vuelve el glamour'

La columna de Gema Lendoiro: "Se va la crisis, vuelve el glamour"

lunes 16 de noviembre de 2009, 12:31h

Nos estábamos poniendo todos bastante de los nervios. Me explico. Antes, en Madrid (y cuando digo antes hablo de hace un par de añitos escasos) una podía comer y cenar gratis de lunes a jueves siendo periodista. Llámenme gorrona porque no me voy a sentir ofendida. Lo tengo asumido. Salvo que seas Anarous o Campos, tu sueldo no da para tirar cohetes (sí da para comer, no se me asusten). Eso sí, las prebendas siendo periodista son extensas y cuando no te invitan a comer, lo hacen a cenar o a un viaje. Es lo que comúnmente viene siendo tener mucha cara, pero la profesión y yo lo tenemos asumido y no nos ruborizamos por ello. Ellos te invitan, tú hablas de ellos. Si además metes la naricita en el mundo de la moda, hasta te puedes llevar muchas cosas gratis, tema que es de agradecer. Y ya lo más es que hasta te presten ropa los diseñadores (a mí me ha pasado y todavía estoy que no me lo creo).


Teníamos crisis. Y digo teníamos porque las fiestas con glamour y por todo lo alto parecía haberse extinguido del mapa. Pero no. De la mano del siempre grupo poderoso Condenast llegaron los premios anuales de la revista GQ, hombre del año, que además celebraba su XV aniversario. Y de la mano de su siempre sonriente y eficaz Ana Marchessi (directora de relaciones institucionales) se organizó una de las mejores fiestas de este año. Diría que mejoró a los Telva que ya es mucho decir. No están ni las Natys ni las Lapiques que son su presencia dan permiso a que entre el glamour, pero amadrinaba Claudia Schiffer que, además fue simpática. No había infantas, es verdad, pero tampoco hicieron falta. La familia real aporta mucho empaque pero dificulta enormemente el trabajo de los periodistas (por su seguridad, ya lo sé).

Los cócteles de bienvenida duran lo mismo que la cena y en ellos hasta puedes cenar si te lo propones (y si no tienes apuro en coger canapé cada vez que viene la camarera). También si te descuidas puedes llegar tambaleándote a la mesa. Es recomendable, por tanto, averiguar cuál es tu sitio antes de acceder a la cena. Y es en esos cócteles dónde tienes que desplegar el oído y los encantos para hablar con el personaje de turno, ya que corres el riesgo de que tras la cena se vaya como hizo, por ejemplo, nuestro político con el cabello mejor cuidado, Juan José Güemes, Pelo Pantene, consejero de Sanidad de la comunidad de Madrid. Los políticos dan ejemplo, aunque a mí me hubiera gustado verlo tras la cena apoyado en la barra del bar tomándose un mojito.

Les voy a poner negritas para que vean (si no lo han visto ya) quienes estuvieron: Jesús Olmedo, Rosa Díez, Josep Piqué, Elena Benarroch, Alberta Ferreti, Andrés Velencoso, Alejandro Amenábar, Sebastián Palomo Linares, El Juli, Enrique Ponce, Fiona Ferrer Leoni, Miguel Bosé, Jordi Mollá, Javier Cámara, Martín Rivas, Esmeralda Moya, Patricia Conde María Botto, Cristina Rota, Manuela Velasco, Boris Izaguirre, Ariadne Artiles, Ana Locking y sus geniales diseños (qué grande y qu maja eres, Anita)…Ah y cómo no, parte de la Sevillian rat pak, o sea, Álvaro Muñoz Escassi y Rosauro Varo (por cierto, Rosauro, gracias por leerme, me sorprende y me agrada en idéntica medida). Se me escapa alguno, seguro.

La verdad es que aunque llevo yendo a estas fiesta ya algunos años, servidora se sigue poniendo un poquito de los nervios porque no deja de ser una pasarela más. Obviamente yo no paso por el photocall pero en el cóctel siempre hay alguien que te pregunta de qué vas vestida. Te dan ganas de responderle, “de la mona chita” pero las formas sugieren que lo que tienes que indicar es el nombre del diseñador. Si eres muy apañada y te lo has comprado en una tienda de barrio hay un truco ahora que no falla. Dices que es vintage (la mayoría de la gente no distingue qué es exactamente un vintage). Y ya si quieres ser más molona que nadie añades: “de un mercadillo de Tribecca, que me fascina perderme por ellos” (que es lo que suelen decir las niñas monas y de buena familia cuando cuentan sus secretos de belleza y fondo de armario en Telva o similares). Es mentira, pero ellos no lo tienen por qué saber.

A medida que va pasando el cóctel ya todo se destensa más. Al fin y al cabo, por muy estirada que sea la fiesta, esto es España y fiesta y cachondeo lo tenemos metido en la sangre. Total que cuando ya uno se sienta a cenar, todos somos amigos de toda la vida. Y luego pasa como en las bodas de los pueblos, que la gente termina levantándose para ir de mesa en mesa, y es que, como en muchas bodas, que te lo pases bien en la cena depende mucho de con quién te toque de compañero comensal. Aunque, si te aburres demasiado en la cena, siempre puedes otear el horizonte, tomar nota visual y observar actitudes de los personajes públicos para luego hacer una crónica despiadada si eres inteligente como Carmen Rigalt.

La traca final es la barra libre y ahí ya sí que en nada se parece todo a lo anterior. Son los mismos invitados pero ya no tan bien peinados/as y maquilladas, aunque más divertidos y cercanos. Es entonces cuando ya puedes tomarte una copa al lado de Andrés Velencoso y preguntarle: “Oye y qué tal Killy?” como si fueran tus amigos del colegio de toda la vida. O, una atrevida como yo “discutir”, pero muy amablemente,  con Sebastián Paloma hijo, lo salvaje que me parece que existan los toros. Me dio toda una explicación en su defensa que no recuerdo del todo bien por los mojitos, pero recuerdo que no me convenció. Eso sí, el muchacho, un encanto y muy educado.

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