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Viejos estados-nación en la UE

Viejos estados-nación en la UE

sábado 21 de noviembre de 2009, 19:22h
Sobre el papel, la Unión Europea iba a dotarse de un equipo estelar para arrancar con buen pie el Tratado de Lisboa, el 1 de diciembre. Pero a ese parto de los montes que supuso el nuevo tratado se añadió otro alumbramiento de diminutas criaturas políticas que nada tienen que ver con un George Washington europeo, como pedía Valéry Giscard d’Estaing, o un nuevo Jacques Delors, como pretendían los europeístas. Toca perfil bajo, porque en el fondo lo que toca es que Alemania y Francia se repartan el poder de los viejos estados-nación allí donde realmente se juegan la pasta: la Comisión Europea, que es el verdadero órgano ejecutivo de la UE. Por su parte, España se ha asegurado un puesto de cierto nivel para Joaquín Almunia como comisario y en el juego de las sillas se dejó utilizar enseñando la patita de Moratinos como sucesor de Javier Solana. En apenas unos meses, lo cierto es que España se ha quedado sin Rato en el FMI y sin Solana al frente de la diplomacia de Bruselas.

La UE caminará de la mano del nuevo presidente del Consejo Europeo, el belga Herman Van Rompuy, y de la alta representante para la Política Exterior, la laborista británica Catherine Ashton, en cuya designación jugó un papel mediador el presidente Zapatero, aunque su condición de mujer contribuyó a que fuese la elegida frente a sus compatriotas británicos Geoff Hoon, ex ministro de Defensa, y Peter Mandelson, ex comisario. Resulta todo tan surrealista que Gran Bretaña, que no está en el euro ni en Schengen --el tratado que armoniza los controles fronterizos externos--, es el país que coloca a quien debe vender la idea de Europa en el mundo.

Sarkozy y Merkel ya pueden estar tranquilos, que su liderazgo sigue fuera de toda duda. Y es que el primer presidente permanente de los Veintisiete será un político belga conservador tan desconocido como gris, aunque dicen que es un hábil negociador, y la sucesora de Solana, con competencias reforzadas, será una mujer sin experiencia en la escena internacional, lo cual es una curiosa manera de poner en valor el papel de Europa en el mundo. La UE no solo ha renunciado a dotarse de una verdadera Constitución, sino que ahora también renuncia a vestir su modesto Tratado de Lisboa con políticos de auténtico nivel, capaces de reconciliar a la gente con el europeísmo, un noble ideal al que España se abrazó para soltar lastre del franquismo. Pero eso ya es otra historia.
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