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Toñi, Zerolo y el silencio cómplice

sábado 25 de noviembre de 2006, 12:18h

   Cuando escribo estas líneas, en este preciso instante que pongo mis dedos sobre las letras del teclado en el ordenador, miles de mujeres están siendo maltratadas. Cada 18 segundos una de ellas es  vejada, insultada, torturada, violada, apaleada y humillada en algún lugar del mundo, en el oscuro y discreto calabozo en el que, ese ser maligno que un día la habló de amor, ha convertido su casa. Solo en nuestro país hay dos millones de victimas de la violencia domestica, de ese tipo de terrorismo cruel y despiadado que no por producirse en el ámbito privado es menos devastador que el de los fanatismos políticos. Solo en nuestro país hay dos millones de victimas -excluidos los niños- y en lo que va de año han muerto 61 mujeres. De ellas, solamente 18 habían denunciado a su asesino, habían optado por ponérselo difícil y plantarle cara al enemigo que tenían agazapado en casa. Las cifras tan frías y distantes son brutales. Esos números deberían servir para golpear conciencias pero, desgraciadamente, tengo la sensación de que nos estamos acostumbrado a convivir con ellas, de que el dato se queda solo en un elemento más, en una cruz que, eso sí, a modo de las que se ponen en los cementerios pasan a engrosar la pura y dura estadística.

   ¿Por qué hay 35.000 órdenes de protección y solo 5.000 mujeres con teléfono de pánico? se preguntaba Mª Teresa Fernández de la Vega tras reconocer que la ley de género aún no ha dado sus frutos y afirmar que esta debe ir acompañada de medidas más eficaces si queremos frenar esta sangría. Personalmente creo que, a pesar de las  dificultades que surgen a la hora de aplicar cualquier legislación ambiciosa, no debe cundir el desánimo y como siempre para que eso no ocurra, son las víctimas las que nos están dando ejemplo. He visto estos días en televisión la imagen de Toñi, esa mujer a quien su pareja quemó viva junto a su hija de ocho años. Ha pasado un auténtico calvario, ha sido sometida a todo tipo de intervenciones quirúrgicas, no hay un solo lugar de su cuerpo que haya quedado intacto tras la terrorífica agresión , pero ella mira hacia delante y dice que  ver la sonrisa de su hija y saber que la pequeña está sana y salva y su verdugo entre rejas hará que sanen las heridas de su  dolorido cuerpo y cicatricen las del alma. ¿Qué mayor estímulo para seguir luchando por todas las Toñis del mundo?

   Ayer participé en un acto pequeño pero muy efectivo organizado por Pedro Zerolo en el circulo de Bellas Artes de Madrid. Allí solo había hombres -de distintas ideologías- y sólo ellos querían ponerse detrás de la pancarta y salir en la foto. En un discreto segundo plano estábamos un reducidísimo grupo de mujeres oyendo cómo ellos, los hombres (Víctor Manuel, Simancas, Llamazares o Guillén Cuervo ¿dónde estaba el oculto y desaparecido Miguel Sebastián, el gran ausente?) decían a esos maltratadores de su mismo sexo que no eran sus colegas ni querían ser cómplices con su silencio. "La mayoría de los hombres no podemos seguir permitiendo que se nos confunda con quienes en nuestro nombre ejercen o toleran la violencia contra las mujeres porque no están dispuestos a reconocerlas como iguales: Tenemos que manifestarnos personal y públicamente. El silencio nos hace cómplices", se dijo allí.

   Me gustó mucho la idea y el mensaje, la partitura y la música porque la lucha contra este terrorismo no puede ser cosa solo de mujeres, aunque seamos sus principales víctimas. Solo la unión nos hará fuertes a todos y solo así podremos afirmar con rotundidad eso que dirán durante el próximo mes los anuncios televisivos preparados para este campaña. "No estás sola, tú estas solo" o "No darás más golpes" o "Estas viva". Los mensajes publicitarios entraran en nuestras casas, en esas que son un lugar placentero y también en esas otras que esconden la escena del crimen. El silencio contra la violencia machista nos hace cómplices a todos ¡Basta ya! Todos y todas somos Toñi.

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