Estas “consultas” soberanistas, o referéndums, sí que “van a algún sitio”, señor
Zapatero. De lo contrario, no se celebrarían. No tienen valor jurídico, como ha advertido la vicepresidenta De la Vega, pero tienen valor político y social, lo cual, a la larga, puede ser más importante.
Al margen de su resultado concreto, discutible por falta de rigor y garantías formales, logran poner en el primer plano de la actualidad la cuestión del independentismo catalán. De tema que hasta hace pocos años era tabú, está pasando a ser materia de planteamiento y consideración normal, aunque no
.png)
mayoritaria, como indican los modestos resultados alcanzados. De ser una cuestión casi doctrinal y de proclamas políticas, está derivando a necesidad de tomas de conciencia y posicionamientos personales de parte de la ciudadanía.
Partidos políticos y sectores sociales, cada vez más amplios, se ven obligados a definirse y posicionarse. También crea división, especialmente en una sociedad tan plural y heterogénea como la catalana (véanse los resultados muy distintos en las poblaciones pequeñas de las grandes), e incluso puede salirles mal a los convocantes al no alcanzar sus espectativas, lo que, en el fondo, podrían darles una inconfesable sensación de frustración. Ahora ya hablan de “heroicidad” más que de éxito. Pero el debate va ganando terreno y se amplifica y vigoriza, dentro y fuera de Cataluña, gracias en buena medida a las actitudes incomprensivas y a las reacciones gubernamentales, y a las posiciones políticas y sociales contrarias que, con sus frecuentes desmesuras, ayudan a cohesionar y fortalecer el movimiento separatista. Y con la ayuda, o clara complicidad, a veces, de los medios, que pasan de la mera noticia a la propaganda.
Así, los plateamientos soberanistas van perfilando estrategias y objetivos, a medio y largo plazo, apelando a sentimientos y a razonamientos legítimos, aunque no sean siempre legales, con la esperanza de que, con el tiempo y las presiones sociopolíticas, los marcos jurídicos puedan modificarse, o sobrepasarse con la fuerza de actitudes indomables y de los hechos consumados.
Estos son los “sitios” hacia donde van estas consultas, cuya importancia Zapatero pretende desdeñar o minimizar, afirmando que “no van a ningún sitio”. Sus organizadores puede que sean unos utopistas, pero no son tontos.