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Vecinos fantasmas

sábado 21 de abril de 2007, 15:34h
  De repente más de doscientos pueblos de España se han llenado de vecinos que nadie conoce y a los que nadie ha visto. Son los vecinos fantasmas; los que aparecen empadronados en la casa del alcalde o figuran como residentes en el Centro de Salud (pintoresco sitio para vivir, por cierto). Esos nombres que, de forma ilegal, inflan el censo electoral y que ha denunciado el Instituto Nacional de Estadística.

   Pese a que la Junta Electoral no se da por aludida el INE ha decidido denunciar ante la fiscalía a nueve pueblos donde los empadronamientos masivos han llenado las calles de fantasmas. Se llega a dar el caso de un pueblo de Salamanca donde el edil ha inscrito a nueve personas en un gallinero. Se supone que estas nueve almas tienen su casa en otra localidad y el día de las elecciones municipales acudirán a votar a favor del alcalde que, generoso él, les ha facilitado esta segunda residencia.

   El tema, pese a la indiferencia demostrada hasta ahora por la Junta Electoral Central a quien corresponde depurar el censo y anular las irregularidades, no es baladí: los fantasmas pueden quitar o poner alcaldes en pueblos de Almería, Castellón, Galicia, Madrid... Y la justicia tardará años en quitar a ese alcalde que logró, mediante un fraude, el bastón de mando. Porque no estamos hablando de pillerías, estamos hablando de fraudes. Teniendo en cuenta las competencias que en materia de urbanismo tiene atribuidas los ayuntamientos, la cantidad de dinero que se maneja, la corrupción urbanística de los últimos años y escándalos como el de Marbella, no es de extrañar los tejemanejes y el juego sucio que se practica para permanecer en el cargo.

   Los dos principales partidos se han lanzado a la carrera de las denuncias mutuas sobre inscripciones masivas. De momento pierde el PP pero el PSOE no le va a la zaga. En la sede de los socialistas en Madrid se ha creado una oficina para recabar datos de ayuntamientos gobernados por la oposición donde hayan crecido los vecinos en los últimos meses más del diez por ciento cuando el censo nacional solo ha aumentado el 0,3. Si a los ya abultados datos de abstención que suelen registrarse en unos comicios municipales y autonómicos se suma la percepción de los votantes de que un fraude en el censo puede hacer inútil su papeleta y llevar a la alcaldía a un ilegal, el vacío ante las urnas puede ser colosal.

   Es la guinda que le falta a la ya desprestigiada imagen de la política municipal esa que debería ser la más cercana a los ciudadanos.
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