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Carrera de obstáculos

Carrera de obstáculos

domingo 22 de abril de 2007, 15:27h

Recorrer la ciudad hoy es sentirse partícipe de una carrera de obstáculos, a cada paso un cartel indica que allí un grupo de obreros está trabajando. Un enjambre de hombres intenta cubrir cada bache, joven o viejo, nuestros infaltables compañeros de ruta son despiadadamente cubiertos. Las calles van alcanzando alturas inimaginables, mientras que las veredas miran asombradas como sus amigas crecen y las saludan vanidosas desde lo alto.

Pronto no habrá más baches, en su lugar enormes chichones darán cuenta que allí estuvieron.

Las plazas se sienten mimadas por el frío abrazo de oscuras rejas y a la vez protegidas de los desmanes de algunos grupos que encuentran en la destrucción un placer.
Frente al lago de Palermo un grupo de gansos miran extrañados como una cuadrilla de  obreros apilan ladrillos, al igual que nosotros, las aves no comprenden qué puede llegar a construirse allí con tanta urgencia.

La ciudad es una enorme obra en construcción.

 Esto me hace suponer que todo está en orden,  que los hospitales ya funcionan sin carencias, que por sus pasillos enfermeros, médicos y pacientes festejan una salud pública excelente. Imagino que  las escuelas lucen sus mejores galas: aulas calefaccionadas, paredes coloridas, techos sin goteras, baños impecables, niños y adultos felices de compartir tan bello lugar donde estudiar es un verdadero placer.
Saliendo de la ciudad la escena se repite y descubro que algo extraño está pasando. La duda me lleva a pensar si realmente debo festejar por esto que mis ojos ven y mi razonamiento supone.

Sentada en un sillón intentó descubrir el misterio de este cambio, frente a mí el televisor me devuelve generoso la imagen de funcionarios de primera línea participando de la apertura de la Feria del Libro, entonces un baño de realidad me cubre.
¡Nada de cambio! ¡Sólo  maquillaje!

En la ciudad y en el país todo, se viven tiempos eleccionarios, tiempos donde todos buscan ser vistos y admirados por sus obras, tiempos en los que tal vez aquellos que tienen en su manos “los destinos de nuestra nación” subestimen al ciudadano común intentado comprar simpatías con espejitos de colores.

Pienso en cómo hacer para prolongar este espejismo y encuentro entre muchas esta propuesta que por disparatada no deja de ser conveniente para nosotros, “los ciudadanos comunes”:

Tal vez sea bueno distribuir las elecciones de manera que cada mes del año tengamos una, sabiendo que nuestra clase política encuentra en ello un estímulo y responde con entusiasmo, quizá de esta forma podamos poner “la casa en orden”  y vivir dignamente sin reclamos de justicia, salud, educación y seguridad, pensando en un futuro glorioso sin que ello sea un sueño, un dulce e inalcanzable sueño.

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