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El curso político empieza bajo cero

domingo 10 de enero de 2010, 12:04h
Confío en que el lector perdone el juego de palabras, admito que facilón, con el que he elaborado el titular: España tirita de frío, y la clase política empieza el curso, este lunes, aterida, bajo cero. No han sido, no, estas navidades un buen periodo para el Gobierno y, aunque en menor medida, tampoco para la oposición, que no logra aglutinar el calor popular que indudablemente está perdiendo el Ejecutivo de Zapatero. Se fiará usted poco, mucho o nada de las encuestas, pero las tres o cuatro que hemos conocido estos días no habrán servido, sin duda, para levantar la temperatura de la clase política: ayer mismo, la última que hemos conocido señalaba, en coincidencia casi milimétrica con alguna otra que también hemos conocido en estos días semivacacionales para el Gobierno, que nada menos que un 68 por ciento de los entrevistados tenían “poca o ninguna” confianza en la gestión del presidente Zapatero. Pero el 82 por ciento decía lo mismo de Mariano Rajoy.

Independientemente de que la valoración pueda parecer excesivamente dura o injusta -a mí, en parte, me lo parece-, no me digan que no hay materia como para que ambos, que son los líderes más poderosos de este país, mediten: hay algo que no están haciendo bien, por muy casquivana que sea la veleta de la opinión pública.

Así que, con estos pésimos datos demoscópicos, que reflejan el helado estado de ánimo de los españoles, nos lanzamos a un nuevo curso que se quiere europeísta, pero con muy duros comentarios en los principales periódicos europeos acerca de lo que se espera de la gestión de la presidencia semestral española de la UE. Y esos comentarios escépticos tampoco están siendo raros en los medios españoles, pese a que da la impresión de que algunos de ellos se dictan más desde el desacuerdo político con el Gobierno socialista que desde un análisis razonable de lo que España puede o no puede hacer durante este mandato semestral. Hay que convenir, en fin, en que, aunque no sea más que porque algunos detalles de imagen han salido mal -que si míster Bean en la web, que si las exclusiones de la gala…-, el arranque europeo ha patinado en el hielo; tiempo hay, no obstante, para corregir lo que se ha hecho mal o lo que haya salido no del todo bien. Por entusiasmo y trabajo me parece que no va a quedar.

Cometeríamos un error, pienso, si todas las expectativas las limitásemos, por otro lado, a estos seis meses ‘europeos’. Creo que Zapatero anda perfilando toda una ofensiva política para este 2010, que pasa desde por las relaciones exteriores hasta por el combate -que no está saliendo mal- contra ETA, a la que el presidente pretendería tener vencida y desarmada dentro de un año, y yo no quisiera mostrarme escéptico en materia tan importante, que ha colmado de pesadillas los sueños de los españoles durante cuatro décadas; algo se mueve en el seno de ETA y su entorno, presos incluidos, y lo vamos a ver pronto. De momento, los servicios policiales españoles han prestado en estas últimas horas un nuevo servicio impagable a la seguridad de todos nosotros, interceptando una furgoneta cargada de explosivos que tal vez fuese la concreción de aquella advertencia, tan controvertida, del ministro Rubalcaba en el sentido de que la banda del horror preparaba un sonoro atentado.

Creo que la ofensiva del Ejecutivo de Zapatero tendrá una tercera vertiente, la económica. En el fondo, la más difícil, aunque, dadas las circunstancias presentes, cualquier mínima recuperación, por más que sea sectorial y coyuntural, será recibida con campanas y guirnaldas de flores. Pero todo ello pasa por una remodelación, allá por julio, del elenco ministerial, que claramente tiene distintas -y distantes- velocidades, en el que petentemente sobran algunos/as y faltan algunos/as. Dicen que ZP quiere tocar incluso el ‘núcleo duro’, el de las figuras más relevantes, las que llevan áreas clave: debería pensar que los experimentos, con gaseosa. Pero algo tiene que hacer. Algo tienen que hacer los dos, Zapatero y Rajoy, para poner un poco de calor en el debate político español, sobre el que en cualquier momento puede caer -digo yo, vamos- el ‘sentenciazo’ del Constitucional sobre el Estatut de Catalunya. Pero ya verán cómo eso también acabará, como casi todo aquí y ahora, envuelto en una capa de hielo que evite los acaloramientos. Y que acelere la tiritona escéptica de todos nosotros.
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