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Fernando Silva

El Buen Willy

El Buen Willy

lunes 27 de noviembre de 2006, 02:41h
El común de la gente no ubica a muchos directores de cine, menos aún si se trata de Directores de la Era Clásica del Cine, la excepción a la regla quizás son nombres como Hitchcock o, dentro de los más recientes, Spielberg, quienes se han transformado en iconos por derecho propio; indiscutiblemente talentosos, pero no más que otros cuyos nombres no son conocidos por el gran público.

Uno de esos nombres, es el de William Wyler (no confundir con Billy Wilder, otro grande del Cine), considerado uno de los grandes directores del Cine Americano, largamente conocido y admirado por críticos y cinéfilos, quien dirigió varias películas que son consideradas hitos dentro de la historia del Cine Yanqui.

Wyler fue uno de los tantos inmigrantes europeos que llegó a Estados Unidos durante las primeras décadas del siglo XX. Comenzó sus primeros pasos como director, rodando innumerables Westerns de bajo presupuesto, convirtiéndose, a partir de la década del 30 en uno de los grandes maestros del Drama, a la vez que uno de los directores más temidos por los actores por su rigurosidad y su método de trabajo.

El sello de Wyler otorgaba una intensidad a sus películas y las dotaba de una “humanidad” y una “verdad” que no se encuentra en muchos filmes de esos años. Esto se puede ver claramente en una obra maestra titulada “Desengaño” (Dodsworth), de 1936, que trata sobre el conflicto de pareja de un matrimonio de “edad mediana”, en el que el marido, un empresario millonario que quiere retirarse y gozar de los frutos de un arduo trabajo de toda la vida, para disfrutarlo con su mujer, se ve enfrentado al egoísmo, indiferencia y snobismo de esta última, quien además se rehúsa a aceptar “el paso de los años”.

El protagonista de “Desengaño”, Walter Huston (padre del Director de Cine John Huston y abuelo de la actriz Angélica Huston), desempeña su papel magistralmente y con un nivel de sinceridad y verdad tan grande, absolutamente desprovisto de cualquier rasgo de artificialidad, que ha hecho de ésta, una de mis películas favoritas. Huston merecía un Oscar por su actuación.

Wyler fue también el responsable detrás de los más grandes triunfos de la mítica Bette Davis, en clásicos inolvidables como “La Loba” (The Little Foxes), “Jezabel” (Jezebel) y “La Carta” (The Letter), aunque en el caso de la Davis y sobre todo en “La Loba”, sus interpretaciones algo excesivas y quizá un poco teatrales para los estándares actuales, restan a estas películas esa verdad y humanidad típica de la obra de Wyler, a las que me he referido.

Según he leído, las batallas “campales” entre la diva y el director, por diferencias sobre la manera en que aquélla debía abordar e interpretar sus roles, en especial el de Regina Giddens en “La Loba”, fueron de antología, ya que la Davis insistía en exagerar ciertos rasgos, cuando Wyler quería justamente lo opuesto, una interpretación más sutil de esos aspectos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Wyler dirigió uno de los documentales más destacados, desencarnados y exitosos sobre esa oscura etapa, además de dos de las películas más galardonadas, taquilleras y recordadas de esa época: “Rosa de Abolengo” (Mrs. Miniver) y “Lo Mejor de Nuestra Vida” (The Best Years of Our Lives), esta última, inmediatamente después de terminada la guerra.

“Rosa de Abolengo”, trata de los efectos de la guerra en la idílica vida de una pareja madura de clase media que vive en un pueblito inglés cercano a Londres. La película ganó varios Oscares, entre ellos a la mejor película y al mejor director, y fue considerada por el mismísimo Winston Churchill, como uno de los “hitos” que ayudó a dar fuerza a la causa Aliada en la lucha contra el Fascismo.

“Lo Mejor de Nuestra Vida”, trata sobre la difícil reinserción de tres combatientes americanos, de regreso en su patria, después de alrededor de cuatro años combatiendo en el frente oriental. Incluso para un espectador de este tiempo, resulta difícil no emocionarse ante la innegable e intrínseca verdad de esta obra maestra, en especial respecto del retorno al hogar del personaje interpretado por Harold Russell, cuyas manos en verdad habían sido amputadas durante la Guerra y que debía utilizar dos suertes de “garfios” en reemplazo de aquéllas.

Después del triunfo que significó para su carrera esta gran película, Wyler continuó con su prolífica carrera hasta fines de la década del 60, dirigiendo películas inolvidables y tan disímiles entre sí como “La Heredera” (The Heiress), “La Princesa que Quería Vivir” (Roman Holiday) y la súper producción Ben-Hur, que batió todos los récords, ya que fue galardonada con nada menos que once Oscares.

Cuando se escriben columnas de opinión sobre el Séptimo Arte, uno en su fuero interno, espera motivar en alguien la necesidad de descubrir el gran legado cinematográfico que gracias al formato DVD, está listo para ser “redescubierto” y visitado por nuevos amantes del buen cine. Y como ya se habrán dado cuenta, Wyler es mi director de cine favorito.
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