El Atlético de
Quique parecía estar por encima de cualquier circunstancia después de sus tres victorias consecutivas e incluso había renovado su espíritu tras la gesta ante el Recreativo. Sin embargo, el equipo mostró nuevamente su apego a la idiosincrasia de sufridor e inherente a las desgracias.
En la primera mitad, el Atlético de Madrid regresó a sus constantes de equipo confuso y regaló muy pronto el gol a un valiente Celta de Vigo, que mejoró la imagen que ofrece domingo tras domingo en la Segunda División. Los gallegos se adelantaron con un tanto de Trashorras, quién ya marcó de penalti en El Madrigal.
El ex cantero culé y madridista ejecutó a la perfección un balón que nació de un taconazo de Iago Aspas. Trashorras definió con gran calidad y permitió a los vigueses conseguir un importante tesoro cuando sólo se habían disputado tres minutos del envite copero.
La mejor noticia colchonera fue la rápida respuesta, que llegó en un soberbio cabezazo del nuevo fichaje invernal. El juventino Tiago se elevó sobre la defensa celeste y remachó a gol el centro medido del sevillano José Antonio Reyes. El portugués, que otorgó tranquilidad a la medular atlética, se descubrió como una posible solución de cara a la recta final de la temporada.
No obstante, a partir de ese momento, el Celta se hizo dueño del partido y jugó con la necesidad innecesaria de ampliar su número de goles. En el acto final, el equipo de Eusebio --que está decimosexto en Segunda-- se dedicó a trenzar con brillantez en las inmediaciones del área de castigo local y a punto estuvo de apuntarse el segundo.
Entre Aspas y una gran versión de Michu, el Celta mantuvo la posesión del balón y las mejores ocasiones, desbaratadas por el jovencísimo David De Gea. Los rojiblancos tuvieron las suyas, pero dieron la sensación de querer conformarse con un resultado que deja completamente abierto el pase a semifinales. El Atlético deberá acogerse a la épica, aunque en esta ocasión sólo le haga falta un gol en Balaídos.