En buena hora que el alcalde de Quito y los concesionarios hayan conseguido culminar la renegociación del contrato del nuevo aeropuerto. El alcalde Augusto Barrea informó el lunes que se ha pasado de un contrato de concesión-construcción a un acuerdo de alianza estratégica. El Municipio sera copartícipe en 26% del aeropuerto de Tababela y, por consiguiente, de sus beneficios.
La mejora de las condiciones con la renegociación es una excelente noticia y favorece a la ciudad: con el contrato original, el Municipio debía recibir $295 millones en los 35 años de concesión; ahora, recibirá en
ese lapso $877 millones. El acuerdo al que han llegado el Municipio, Quiport y los prestamistas internacionales deberá pasar por las autoridades de control para recibir el espaldarazo final que permita suscribir el contrato definitivo.
El saldo en contra que queda de este proceso es la demora en la entrega de la obra, que estaba prevista para agosto de 2010 y que ahora concluirá en octubre de 2011. Preocupa, además, el retraso en la construcción de las vías de acceso
al nuevo aeropuerto. El cambio de la ruta de Gualo, para la cual existe el crédito aprobado de la CAF, implicaría más dilaciones.
Quedan también, en el saldo negativo, la oposición irracional de ciertos grupos con intereses contrarios a los de la ciudad, las campañas montadas en contra de una obra clave como polo de desarrollo urbano de la capital, las falsas y politizadas acusaciones por unas garantías municipales que, como ha reconocido el actual alcalde, no tienen carácter financiero. En fin, esa cadena de mezquindades que suelen aparecer para paralizar los grandes proyectos.
Con Tababela, Quito abre puertas anchas a nuevos desarrollos de la ciudad en el futuro inmediato, tanto en esa zona cuanto, por la posibilidad de renovación urbanística, en los espacios del actual aeropuerto Mariscal Sucre, que tendrán otros usos.
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