Las últimas iniciativas del Gobierno parecen haber ido situando los distintos segmentos de la crisis económica en su lugar, excluyendo diagnósticos apresurados y soluciones facilotas. Era un camino equivocado como lo fue en su momento negar la crisis económica o relativizar su gravedad. Ahora, después de un período en el que se ha visto obligado incluso por la presión internacional y de los mercados a revisar las cuentas básicas del Estado, el Gobierno ajustándose a la disciplina de
Elena Salgado ha podido presentar un plan de ajuste suficientemente fiable como para exponerlo en Bruselas, Londres y Nueva York a instituciones gubernamentales y a entidades financieras de calificación e inversión. Y se ha realizado con un apreciable éxito porque por primera vez se ha puesto en relación directa los problemas con las soluciones más usuales.
Esta nueva situación prueba que en los meses transcurridos desde el planteamiento presupuestario existía una relativa descoordinación en la política económica y que había mucho voluntarismo pero menos destreza y ordenación. Algunos de los responsables de parcelas económicas lanzaban ideas o proyectos que tenían que ser enmendadas enseguida, a la vista de las reacciones de otros responsables políticos o de los mercados. La recurrente opinión de estar sometidos a una maquinación de los mercados financieros para perjudicar a la economía española, más que insinuada por muy destacadas figuras de nuestra política o la insidiosa y nada patriótica acusación de inminente insolvencia lanzada desde el partido popular, tropezaba con la buena salud de la deuda española y el relativo buen comportamiento de los datos macroeconómicos, salvo el del paro.
Pero transcurrido este período de contradicciones y política un tanto errática, parece que al fin
Rodríguez Zapatero ha tomado la dirección con el apoyo en tres personas de su gabinete que han demostrado determinación y disciplina, aun asumiendo una notable carga de impopularidad. Porque es incuestionable que a
José Blanco, al que yo mismo imputaba su facilidad para repartir inversiones hace algunas semanas, ha tenido que asumir un drástico recorte de inversiones. E igualmente cierto es que Elena Salgado en diversos sentidos, ha corregido o matizado declaraciones de otros miembros del gobierno reforzando su imagen de persona dura y tenaz a costa de su valoración en simpatía. Del cuestionado
Miguel Sebastián se han dicho muchas cosas, pero las medidas aplicadas al sector de la automoción y al
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turismo, junto a otros menos conocidas, han tenido un impacto favorable sobre la economía. Y con el apoyo en la sesión parlamentaria de la semana pasada y en los criterios marcados por el presidente del Gobierno, ya se ha reunido la Comisión que tratará de llegar a un pacto total (muy difícil) o parcial para trazar las medidas que permitan salir de la crisis y crear empleo.
Es pronto para calificar el resultado de una primera reunión que tendrá su continuación en la entrega por parte del Gobierno a todos los grupos parlamentarios de unas propuestas más concretas. El partido popular por boca o bronca de
Montoro, ya ha marcado diferencias casi insalvables. CIU, como siempre, está más dispuesta a colaborar aunque muestra su desconfianza. El PNV y ERC se muestran escépticos pero prefieren esperar a tener más datos, como el resto de fuerzas políticas.
Pero cualquiera que fuere la actitud de los grupos parlamentarios se ha conseguido una única dirección y propuesta de la política económica y un único foro para la respuesta. Esto es importante. Y aunque no se consiga un pacto global, que no es esperable, se puede llegar a afrontar de modo conjunto algunos de los problemas que nos afectan. Ya es de agradecer.
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