Prevención y seguridad

El terremoto y el tsunami que acaba de padecer la hermana república de Chile muestran crudamente lo que puede pasar cuando las urbes no están construidas de acuerdo a normas modernas de seguridad y prevención. El contraste con lo sucedido en Haití es abismal y la responsabilidad de los gobernantes y las instituciones es proporcional a la magnitud de la catástrofe.

En Chile, a pesar de la fuerza del terremoto, las vidas humanas que se perdieron no parecen excesivas; pero  llama mucho la atención que un descuido de la Armada chilena desestimó la inminencia de un tsunami en sus costas; lo que causó más de quinientas víctimas mortales.

En nuestro país, en la provincia de Manabí, un movimiento telúrico alarmó a la población y sirvió para que enseguida se expresen temores y dudas –a nivel nacional- sobre la prevención de desastres en zonas de alta vulnerabilidad como las costas. Y las noticias de lo acaecido en Chile aumentaron los nervios de los manabitas, especialmente. Aunque los orígenes de ambos sucesos no tienen relación -según declaraciones de los científicos- las preocupaciones surgieron espontáneas por el impacto mediático del caso chileno. Incluso, el Centro de Alerta de Tsunamis del Instituto Nacional Oceanográfico de la Armada  (Inocar) informó que monitorea las costas ecuatorianas y que el temblor del domingo no advertía ningún tsunami.

Los terremotos y los tsunamis evidencian la indefensión del ser humano ante los desastres naturales; pero también hacen patente la forma como se construyen las ciudades en sociedades modernas y/o subdesarrolladas.

La prevención y la aplicación de estándares de seguridad deben ser pilares fundamentales a la hora de planificar edificaciones en cualquier lugar geográfico de nuestros países. Eso podría evitar  completamente las desgracias y, sobre todo, disminuiría la dimensión de los daños humanos y materiales.