Francia se ha despertado socialista. Los franceses le han dado una patada a
Nicolás Sarkozy en 23 de las 26 regiones en las que se divide el país; ocho ministros han sido directamente derrotados en las urnas. Los analistas se preguntan por las causas del batacazo y tratan de avizorar las consecuencias. Tan abultada derrota tiene un componente añadido de rareza si recordamos que el vencedor, el Partido Socialista, en términos de liderazgo, tiene el corazón partido:
Ségolàne Royale y
Martíne Aubry mantienen parroquias separadas. Así las cosas, cabe pensar que el hundimiento del centro derecha, más que a méritos ajenos, obedece a deméritos propios. Sarkozy y su todavía primer ministro,
François Fillon, han pagado por algunas de las medidas adoptadas para hacer frente a la crisis económica. Las huelgas de antaño
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pasan factura ogaño.
Parece que Sarkozy también ha sido castigado por su excesiva exposición mediática. Demasiada trompetería. Hay encuestas que reflejan el empacho de los franceses ante la omnipresente presencia de la pareja Sarkozy-
Bruni. Están hartos de telenovela. Para completar el análisis de la debacle hay que tener en cuenta el fenómeno de la "resurrección " de Le Pen, el caudillo de la extrema derecha. Parecía liquidado, pero en algunos departamentos, donde es más abultada la presencia de inmigrantes, su partido roza el 10 por ciento de los votos. Es un voto xenófobo que, sin duda, ha crecido con la crisis y su principal consecuencia, el paro. En Francia, el poder político de los gobiernos regionales es escaso; nada comparable al de nuestras autonomías, pero para Sarkozy ha sido algo más que un aviso. En París rodarán cabezas. La habilidad del Príncipe consiste en convertir a otros en blanco de los errores de su propia ambición.
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