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¿Cuál es la inflación real?

¿Cuál es la inflación real?

viernes 04 de mayo de 2007, 13:21h

Ya desde comienzos de 2005, pero especialmente desde fines de ese año, la inflación se convirtió en el principal problema de política económica a resolver por el gobierno.

Lamentablemente, guiado por la meta de ganar las próximas elecciones presidenciales, lejos de implementar soluciones realmente efectivas, en todo este tiempo el gobierno fue probando distintas herramientas que podrían englobarse dentro de la estrategia de “tapar el sol con las manos”. La última y más grave fue la “flexibilización” (al límite) de la metodología de cálculo del Índice de Precios al Consumidor (IPC) ante los resultados no deseados que el mismo reflejaba. Amén de no resolver el problema de fondo, este cambio lo único que ha logrado es que se instale en la población la sensación de que el problema es más grave de lo que se creía, generando como subproducto una gran incertidumbre acerca de cuál es la verdadera inflación, dato clave para la formación de precios y, por ende, para cualquier decisión económica.

La solución de fondo a esta falencia sería una nueva estimación pero de fuente confiable, algo difícil de lograr adecuadamente por cualquiera que no sea el gobierno por la gran cantidad de datos que deben relevarse para obtener una medida verdaderamente representativa de la variación de precios a nivel de la economía en su conjunto. No obstante, alternativamente es posible hacer una estimación menos ambiciosa sobre la base de modificar el cálculo oficial en los rubros que más cambios sufrieron en su metodología. En este sentido, los dos más importantes son turismo y servicios de salud.

En el caso del turismo, el mismo tuvo un incremento de 3,7% mensual en enero, que implicó que respecto de enero de 2006 no presentara variación alguna. Este comportamiento resulta absolutamente contradictorio tanto con la propia historia de la medición del rubro en el Índice de Precios al Consumidor (IPC) como con la experiencia de quienes hayan tomado sus vacaciones durante ese mes. Si se analiza el comportamiento histórico del IPC del turismo se observa que en todos los eneros se produce una fuerte alza mensual como resultado de que el primer mes del año es el más fuerte para el sector. Considerando los últimos cinco años, en promedio ese aumento es de 14,5%, con lo cual el 3,7% registrado este año es absolutamente anormal.

En la tabla adjunta se realiza un recálculo de la inflación de enero si, en lugar de estos datos, se hubiera incluido unos que presentaran un comportamiento más en línea con el histórico, es decir, que dieran lugar a un aumento de 14,5% en el rubro turismo. En ese caso, la inflación consumidor de enero habría sido de 1,55%, es decir, 0,4 puntos porcentuales más que lo informado oficialmente.

En lo que hace a los servicios para la salud, de acuerdo con el INDEC, los mismos tuvieron un alza de 2,2% mensual debido tanto al aumento de diversos prestadores como al de la afiliación a los sistemas de salud, que fue de 2%. Este sería según el organismo el resultado de los largamente anunciados aumentos de las empresas de medicina prepaga, los que, en virtud de la presión oficial, podían tomar una de dos formas a elección de cada afiliado: un aumento de 22% en caso de que el afiliado decidiera mantener un plan premium sin copagos, o tres aumentos de 2% cada uno en el caso de optar por un plan con copagos. Es claro, por lo tanto, que en el cálculo realizado por el INDEC se consideró la segunda opción. Si, en vez, se hubiera considerado el aumento de 22% en la afiliación a los sistemas de salud, la tabla adjunta muestra que la inflación de enero hubiera sido de 1,88% aproximadamente, lo que si se sumara al recálculo del turismo recién mencionado, hubiera llevado la inflación del mes a
2,28%.

Una medición alternativa hubiera sido considerar un promedio de ambos aumentos, suponiendo que lo que el INDEC venía relevando se desdobló en dos partes. Si se hubiera hecho esto con igual ponderación para ambos planes, la inflación de enero hubiera subido a 1,65% y a 2,05% con el recálculo del turismo.

Lo anterior implica que sólo con las modificaciones mencionadas en el cálculo del IPC de enero el gobierno logró reducir en más de un punto porcentual la inflación del año.

Pero esto no es lo único que distorsiona la medida oficial de la no oficial ya que en otros rubros, como alimentos y bebidas, el gobierno está utilizando precios que están incluidos dentro de los acuerdos de precios y que, por lo tanto, no reflejan adecuadamente el estado del mercado. Esto permitió que la variación del rubro en febrero y marzo fuera mucho menor que la prevista: una estimación más realista hubiera elevado la inflación en cerca de medio punto porcentual en esos dos meses.

Por lo tanto, de modo simplificado, puede asegurarse que gracias a su estrategia el gobierno ya redujo en cerca de dos puntos porcentuales la inflación de todo el año, lo que implica que sobre una base de 9% que estimamos podría informar a fin de año el índice oficial, la inflación corregida por los cambios mencionados sería de aproximadamente 11%.

Por último, a esto debería agregarse que en una medición realista la inflación de acá a fin de año debería ser más alta que la coherente con la estimación de 9% mencionada para la inflación oficial. Haciendo algunos ajustes incluso conservadores en los rubros más sensibles como los mencionados, más educación (que muy probablemente será alterado en su forma de cálculo en los próximos meses para no reflejar adecuadamente los aumentos de salarios que se prevén), se suman otros dos puntos de inflación, lo que llevaría la proyección del año a cerca de 13%. Este valor supera en más de dos puntos porcentuales la inflación de 2006, lo que da una idea de lo complejo del panorama inflacionario.

Muchos analistas proponen considerar como medida alternativa para acercarse a una inflación real la que surge del Índice de Precios Implícitos del PBI (IPI), un índice que busca medir la evolución del precio promedio del valor agregado generado por todos los sectores productivos de la economía. Esto no es una solución verdadera por dos motivos. El primero es que en el cálculo de ese índice se utilizan los mismos precios que utiliza el INDEC en el cálculo de otros índices de precios sólo que combinados de otra forma, por lo tanto, si los precios de base están viciados, cualquier cálculo en base a los mismos también, sea el IPC o el IPI. El segundo motivo es que el IPI, incluso aunque estuviera calculado con precios de mercado verdaderos, sería un sustituto imperfecto del IPC ya que ambos miden dos cosas distintas: el IPI, como se dijo, el precio promedio del valor agregado generado por todos los sectores productivos, mientras que el IPC busca medir el precio promedio de una canasta básica de consumo por parte de las familias. Si bien es verdad que el IPI es una mejor medida de la inflación de la economía en su conjunto (no sólo ahora que hay dudas sobre él, sino siempre), no es una buena medida para utilizar al momento de estudiar el poder adquisitivo de las familias.

Dado que el cálculo del IPI se basa en el PBI, hay un IPI para cada apertura de PBI existente, por ende, existe un IPI para el consumo privado, que a priori, podría utilizarse de modo alternativo al IPC y que buscaría medir lo mismo que este último. Sin embargo, como su cálculo está basado en los mismos precios que el IPC, también sería una mala medida de la inflación real. Basta con ver que incluso durante 2006, cuando ya se empezó a distorsionar la medida del IPC por efecto de los acuerdos de precios, el IPI del consumo privado reflejó una inflación menor a la del IPC.

Este es lo más grave de lo ocurrido con el INDEC en los últimos meses: se perdió una medida oficial adecuada de la evolución de los precios que enfrentan los consumidores día a día, y lamentablemente ningún índice sustituto privado puede cumplir la misma función porque el relevamiento de información de base que suelen realizar nunca es tan amplio como el que puede hacer un ente oficial.

Camilo Tiscornia
Profesor de la Universidad Católica Argentina

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