El clamor

   Lo que muchos nos temíamos ha vuelto a ocurrir: otra vez se ha puesto de manifiesto la manía de contar los manifestantes; los unos, hinchando las cifras, y los otros, haciendo ridículos cubicajes como si fuera posible contar a una muchedumbre que se mueve, y en la que entran y salen personas constantemente, más la gente que está en calles próximas, más otras incidencias variadas. A veces basta y sobra, y es mucho más fiel a la realidad, formular preguntas sencillas para hacerse cargo de una situación. En el caso de la manifestación contra el "proceso largo, duro y difícil", preguntémonos, por ejemplo: ¿Fue una multitud, o no? ¿Ayudaba el tiempo, o no? ¿Puede suponerse que estaban de acuerdo muchos que se quedaron en casa, o no?

   Que al Gobierno y sus amigos no les gustó lo que se dice nada de nada esa convocatoria es cosa que queda fuera de dudas. El intento de torpedear la manifestación o, en su defecto, reducir la asistencia, mediante la contra-manifestación de la "violencia de género", parece también un hecho nada dudoso. De todo lo cual pueden deducirse tres cosas, a saber: primera, que la contra-manifestación fue un fracaso estrepitoso; segunda, que los medios de propaganda oficiales y oficiosos no son tan eficientes como muchos creían; y tercera, que si hay que hacer caso a los que dijeron que están contra el "proceso", pero que irían a la contra-manifestación, entonces habría que sumar los contra-manifestantes a las cifras de la manifestación de la AVT, lo que no deja de ser sarcástico.

   Lo central, pese a todo, no es nada de esto, sino esto otro: ¿va a demostrar el Gobierno un poco, sólo un poco, de sensibilidad tras este clamor?