La comunicación entre los, hasta hace pocas horas, rivales reconfigura radicalmente el panorama político británico, en el que desde la II Guerra Mundial reinaba un bipartidismo sólo interrumpido brevemente hace 36 años, cuando la ausencia de una fuerza dominante en Westminster obligó a una segunda convocatoria electoral pocos meses después. Esta vez, sin embargo, Cameron parece resuelto a garantizar la fortaleza de su Gabinete, pese a que durante la campaña había expresado su intención de gobernar en solitario en el escenario de minorías que apuntaban las encuestas.
Antes incluso de que concluyese el escrutinio en la totalidad de las 649 plazas ayer en juego, los dos aspirantes a sentenciar 13 años de hegemonía laborista ya evaluaban el nuevo mapa, con el objetivo de formar una sociedad en la que ambos se benefician: los conservadores se aseguran estabilidad ante un complicado mandato en el que deberán asumir impopulares medidas para hacer frente a un inédito agujero presupuestario; mientras que, sus virtuales socios, maximizarían los 57 diputados conseguidos, menos de un 10 por ciento de la Cámara, con una participación en la gobernación que, no obstante, aún está por definir.
El propio Clegg calificó sus resultados de "decepcionantes" puesto que, frente a las expectativas generadas durante una campaña en la que había llegado a auparse como segunda preferencia de los votantes, finalmente se hicieron, incluso, con menos diputados, hasta cinco, que en 2005. Sin embargo, fue su primer movimiento el que generó una cadena de comunicación que ha llevado ya a los 'fontaneros' de ambos partidos a activar la maquinaria negociadora.
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