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Si la envidia fuera tiña

viernes 04 de junio de 2010, 11:16h
Estuve en febrero en Bogotá como observador de las elecciones legislativas colombianas y por eso no me casaban los datos estimados que nos daban los días previos a las elecciones presidenciales con un seguro empate entre los candidatos Santos y Mockus. Sin embargo era tanta la prepotencia de encuestadoras, analistas y algunos periodistas, que lógicamente ¿quién era yo para dudar ante semejante contundencia? Pues bien el domingo 30 de mayo hubo elecciones en Colombia y Santos obtuvo casi el 47% de los votos frente al 21,49% de Antanas Mockus. Casi 25 puntos de diferencia. Las encuestadoras falsearon la realidad para influir en la opinión pública. Toda una indecencia.

Hace un año en Euzkadi, ganaba de calle las elecciones autonómicas, Patxi López y el empate estaba descartado. Ibarretxe le sacó a López cinco puntos.

Ante esta indefensión informativa que tiene el ciudadano ¿qué es lo que tiene que hacer? ¿Alguien duda que la manipulación de la opinión pública y publicada existe? ¡Vaya que si existe!

De ahí que cuando estalló el reguero de información sobre el presidente del Congreso, reconozco que la embestida me sorprendió. ¿Qué es esto? me decía. Pero cuando vi como la Gaceta de los Negocios reiteraba la cacería y los fiscales del PP acusaban a Bono del nefando delito de haberse hecho un solvente patrimonio pensé que estábamos ante la clásica operación de búsqueda espuria de erosionar la imagen de un político que lógicamente asienta su acción en la credibilidad. Un cura que no cree en Dios no es muy presentable y lo mismo le ocurre a un socialista al que presentan con un patrimonio mal habido. El objetivo pues aparecía claro: anularle personal y políticamente.

Pero también le vi a Bono defenderse en varias instancias con datos como un gato panza arriba. No actuó como Luis Bárcenas, ni como Camps, ni como Costa, ni como todos los implicados en el caso Gürtel que, o no hacían declaraciones, o trataban de engañarnos con cuentos para niños menores de cuatro años. No ha sido el caso. La actitud de Bono ha sido su mayor defensa.

Para colmo de conducta bochornosa del P.P. me pareció algo insólito que el presidente de un partido parlamentario, el mayoritario en el Senado, se negara a atender al presidente del Congreso. Ese dato terminó de convencerme de que en toda esa operación había gato encerrado. La cortesía parlamentaria le obliga, repito, le obliga a Rajoy a atender los requerimientos de una personalidad puesta bajo sospecha por su partido, mucho más si es el Presidente del Congreso y si éste se lo pide.

También vi la reiteración con la que Carlos Dávila mordía la posible presa y eso terminó para mí en darle la razón a Bono. Carlos Dávila es uno de los peores periodistas de éste país. Un tipo resentido, manipulador, mala gente. A nosotros nos hizo la vida imposible porque siempre trató de unirnos a ETA con el fin de hacernos el mayor daño posible. Y lo hizo sabiendo que engañaba al personal. Ahora dirige La Gaceta de los Negocios. El nombre del medio se las trae. Fue el de un periódico "La Gaceta del Norte" que en tiempos de Franco, en Bilbao, la gente lo conocía como: "mientes más que La Gaceta". Pues algo parecido.

Decía Fernández Ordóñez que la ideología cabe en la punta de una servilleta y el resto son relaciones personales. Y tenía razón, aunque en la punta de la servilleta de Bono está resumida la gran España y, en la mía, la pequeña Euzkadi. Pero sí es verdad lo de las relaciones personales.

En un viaje a El Salvador nos llevó una mañana de domingo a la delegación parlamentaria a la misa de los jesuitas; en la guerra de Irak, siendo presidente de Castilla La Mancha, me llamó cuando en la Tribuna le espeté y recordé a Aznar que el Papa condenaba la guerra; hace dos meses cuando le pedimos nos editara todos los discursos parlamentarios de José Antonio Aguirre no dudó un instante; en la presentación del P. Ángel la bordó con una intervención que logró que el cura de los Mensajeros de la Paz le dijera casi que estaba de acuerdo con él en su postura en relación con el aborto, y, en una oportunidad, casi llegué a entenderle cuando entre dientes dijo que el “café para todos” había sido una mala política y un error.

No me gustan las cacerías humanas, ni el ensañamiento interesado. No me gusta la contumacia en el error de estas gentes envidiosas. Si fuéramos chavales diríamos: "si la envidia fuera tiña, ¡cuántos tiñosos habría!". Pero si a la envidia se le une toda una campaña para tratar de inhabilitarle política y humanamente, pues desde mi “correoso” nacionalismo vasco, como me tildan, rompo una lanza por un Pepe Bono que para provocarme el día en el que el Senado se aprobó la ley de Tropa y Marinería me regaló unos gemelos con la bandera española. ¡Que se le va a hacer!. Solo deseo que pase cuanto antes éste sainete que solo busca una pieza de caza mayor en la Carrera de San Jerónimo. Tan solo eso. Y proceder en adelante como ante las noticias colombianas, ¡ni caso!
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