El halago debilita

A mí España me pagó la deuda, que creo que había contraído con los de mi generación, el día que ganó la Eurocopa. ¿Y un Mundial? Ojalá lo consiga pero soy algo escéptico. Si esto fuera una carrera de caballos o una prueba de atletismo estaría convencido de que España saldría como favorita y lo demostraría en la pista. Pero, por desgracia, no siempre ganan los mejores. Y más en competiciones cortas donde cada detalle cuenta tanto o más que el juego. Y España no sabe manejar esos detalles.

Da igual que hayamos tenidos dos amistosos, horribles en Austria, la última goleada a Polonia nos ha vuelto a situar en la nube. Nuestros rivales, sabedores de que no es bueno para nosotros, no dejan de regalarnos los oídos con halagos y en este ambiente España viaja a Sudáfrica. A mí me parece que nos están haciendo la envolvente y que, además, podemos caer en su trampa. A poco que en los primeros partidos nos vaya bien, luego en los cruces nos esperarán con el hacha cargada. Y es ahí donde me da miedo cualquier selección. Recuerdo a la Dinamarca de México 86, cuando después de arrasar en su grupo con un fútbol de escándalo, la cogimos nosotros y la dimos un repaso de muy señor mio con los famosos goles de Butragueño en Querétaro. Hoy por hoy nosotros somos esa Dinamarca, y aunque me estoy poniendo en lo peor, quizá Portugal pueda ser esa España en los octavos de Sudáfrica.

Dicho esto no seré yo quien rebaje las expectativas. España tiene más fútbol que ninguna otra selección y merece ese favoritismo por juego, aunque por historia sería mejor que nos tapáramos. No hemos ganado un Mundial ni tampoco hemos jugado nunca una final. Aunque tampoco nunca habíamos llegado con tanto equipo. De ahí que me pondré la roja, me instalaré en el optimismo de las nuevas generaciones, y me sentiré campeón del Mundo. Quizá esa sea la mejor manera para llegar a serlo. Ojalá.


Alberto Martín es subdirector del Diario GOL Madrid