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La vergüenza del spam telefónico

La vergüenza del spam telefónico

jueves 01 de julio de 2010, 22:45h

   ¿Sabían que ya la ciudadanía está harta de cosas que parecen superfluas pero también forman parte del bienestar como es el derecho al descanso o a no recibir llamadas telefónicas de compañías que se apropian de nuestros datos? ¿Sabían también que incluso hay cantidad de personas que directamente apagan el teléfono, ya sea quitando el cable o apagando el terminal, si es que es eléctrico, para poder echarse una merecida siesta?

   El spam telefónico es hoy en día una molestia masiva a la ciudadanía, un tema que parece que no moviliza ni de lejos a los políticos, a quienes nos representan, para hacer efectiva la ley de protección de datos. Es evidente que sin medios y esfuerzos las leyes no sirven, como por ejemplo una más seria como es la del maltrato de género.

   Pero, insisto, sin dar una sensación superficial de los problemas reales del pueblo -el paro, los bajos sueldos, las dificultades económicas, la delincuencia...- debemos ponernos más serios con este problema. Y escribo esto, sin ser un tema de especialidad actualidad, porque como ya todos sabrán, hay un especial acoso de las operadoras de ADSL y telefonía para conseguir clientes. Muchas veces, subcontratando a otras empresas este servicio de marketing y captación de clientes. Así que por culpa de unos y/o de otros, nuestro teléfono fijo se ha convertido más en una molestia que en algo necesario, puesto que el móvil es hoy en día su sustituto real.

   Y también escribo esto porque esta tarde, indignado ya con una operadora que no deja de llamarme desde hace unos dos meses, y al menos una vez al día, pero en otras ocasiones, incluso tres, he tenido una nueva discusión con el pobre comercial que estaba al otro lado de la línea. Era la tercera llamada de hoy y no pude reprimirme. Le recordé que está haciendo algo ilegal, que conocía bien mis derechos gracias a la ley de protección de datos, y que por tanto, exigía la eliminación de mi número teléfono en su lista.

   La respuesta ha sido aún más indignante. El joven me aseguraba que no puede hacer nada, y cuando le remitía a un superior, me confesó que están muy presionados, que no pueden borrarme y ni siquiera sirve de nada intentarlo. Que lo intentara yo. Así, como suena: "Pues bórrese usted". Al final moderamos el tono de la conversación y le dije que respetaba su trabajo, que él se está ganando la vida, pero que nos tienen hartos. Él admitía que sí, que es un acoso, y que él mismo lo sufre cuando llega a casa. Me sentía como el francés que acudía al funcionario español, en el célebre artículo 'Vuelva usted mañana', de Larra. O como Astérix y Obélix en las oficinas de administración de la Roma clásica en el cómic y la película 'Las 12 pruebas de Astérix'.

   Al final, tras unas buenas palabras, le despedí: "Bueno, venga, hasta mañana".

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