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¿Estamos locos o qué?

Ahora resulta que todos somos jueces

Ahora resulta que todos somos jueces

jueves 08 de julio de 2010, 14:05h

No descubro América si afirmo que a todos nos gusta opinar. Claro que las opiniones a veces las carga el diablo y no es lo mismo sentarte en una silla plegable en la puerta de tu casa en un pueblo remoto de Extremadura que hacerlo en la silla de un plató dónde millones de personas te escuchan, y lo que es peor, muchas de ellas te creen...aunque mientas.

Opinar no tiene por qué ser malo. Decir qué piensa uno de la gestión de un gobernante, de la actuación de un actor, de lo que ha hecho un deportista…todo eso es licito y va en el sueldo del protagonista de la crítica “aguantar” esas malas palabras por exponer su trabajo al público y por tanto al juicio de éste.

Ahora bien, la línea que separa la opinión de la difamación parece que está cada vez más difusa. Tanto que hay periodistas que tienden a confundirla. Ejemplo. Hace unos días la ex miss España María José Suárez anunció que perdía el hijo que esperaba. Muchos enseguida comenzaron a especular si no habría sido todo un invento. Otros incluso lo llegaron a asegurar porque lo sabían de “buena tinta”. La muchacha ha publicado los resultados de su analítica que confirma su embarazo pero los bocazas que la difamaron no han  rectificado. No les conviene. Ella podrá ponerse todo lo farruca que quiera e incluso podrá demandar. Y ganar. Pero el daño ya está hecho y contra eso ni hay cura ni existe indemnización. También la culparon de querer cazar al susodicho que ni nombrarlo quiero...y lo mejor de todo, esos comentarios se los he escuchado yo decir a gays que días atrás se desgañitaban en Chueca en el orgullo reclamando derechos para todos y maldiciendo a las mentes obstusas que no los igualan al resto de los mortales...y ellos con esos comentarios propios de vieja de pueblo de hace dos siglos. Como si la anticoncepción fuese cosa de una y como si  esta no fallase (sólo conozco un método infalible para evirtar el embarazo: la abstinencia, claro que no a todos les gusta practicarla y con razón)

Casos como el de ella son abundantes. Especialmente se ceban con aquellos personajes que alguna vez han posado en las revistas del corazón y han cobrado ( o no) por hacer declaraciones. Los que luego los atacan se escudan con que ellos mismos son los que inician la guerra. Vamos, algo así como defender a un violador de abusar de una puta porque como ya es puta, pues se lo merece. El colmo.


Fiona Ferrer Leoni sabe muy bien de qué hablo. Ya no es la primera vez que sufre en sus carnes la crítica desmedida y los ataques absurdos sobre su persona. Cuando se casó con Jaime Polanco le llovieron críticas por cómo lo hizo, por el lugar dónde lo hizo, por los invitados que acudieron, por el vestido, por la exclusiva….sólo le faltó recibir críticas por el novio elegido. Ella no entendió nada y me consta que sufrió las críticas porque no llegó nunca a entender tanta desidia. Normal. Nadie en su sano juicio acepta que la critiquen por celebrar como te sale del mismísimo como te dé la gana uno de los días más felices de tu vida. Si ella puede permitírselo, mejor para ella y sus amigos. Ni es delito ni hace daño a nadie. Pero hay que criticarla. Es lo suyo. Ahora Fiona vive momentos mucho más amargos que los de hace un año porque aquello comparado con lo de ahora es tontería.

El pasado sábado ella presenció la muerte de su padrastro. Y no entro en más detalles. Ella tiene una versión y la policía nacional tiene otra. Mientras no se aclaren los hechos los periodistas deberíamos sólo informar, es decir, lo que una parte dice, lo que la otra declara. Juzgar, ya lo sabemos, está chupado y quién más quién menos sabe hacerlo. Pero curiosamente jueces hay pocos, entre otras cosas porque llegar a ser juez requiere una extensísima preparación que va más allá de adjudicar muertos a alguien sólo porque no te cae bien. Obviamente la pura información no vende, especialmente en algunos ámbitos. Muchas veces yo me pregunto qué harían los verdugos de los que salen a la palestra si las tornas se cambiaran y fueran ellos los juzgados. Muy probablemente no soportarían el primer asalto y se hundirían en la miseria mientras en un hilo de voz declararían: Este país es una mierda y su justicia no sirve para nada.

Y es verdad. En España difamar sale muy barato. Porque, pongamos por caso, si alguien decide ir ahora a un plató de televisión a contar, por ejemplo, que se ha acostado con Pepe Navarro (que está ahora muy de moda) y en ese plató decide contar cosas íntimas (da igual que sean ciertas o no) o que el tal Pepe le ha pegado. Pueden suceder dos cosas. Que Navarro, harto de interponer tanta querella, pase de todo o que, harto de más difamaciones,  la ponga. Y si la pone pueden pasar, a su vez, dos cosas, que la gane o que la pierda. Pero mientras, la susodicha se ha embolsado tal dinero que incluso si ha de pagar luego una indemnización, le habrá compensado. Pero el daño está hecho y nadie reparará el honor. Pero eso no importa, el dinero está ya ganado, e incluso gastado.


Y es que palabras como honor, verdad, honestidad, privacidad, elegancia, pudor…se han perdido hace ya mucho tiempo en el camino y la víctima de la difamación poco o nada puede hacer. Estamos en manos de nuestros vendedores y nada ni nadie pueden protegernos. Todo nos da igual a estas alturas. Sólo queremos consumir circo, cuanto más sangriento, mejor. Nos hemos dejado en el camino muchas cosas que hace años eran incuestionables y nadie ponía en duda. Tanto decir que mentir es bueno ha convertido el acto de mentir en algo digno de admirar.
Pasa con todo. De tanto repetir una mentira uno acaba creyéndosela y presentándola como verdad. Pero no hay que olvidar una cosa. Y sucede también con las leyes. Para mí la pena de muerte es un asesinato pero en algunos estados es legal, pero la legalidad no puede dar un baño de ética a algo que intrínsecamente no lo es. Se pongan como se pongan. La ética está por encima de las modas, las leyes y los tiempos. Mentir ha sido siempre algo deplorable y quién lo hace, algún día pagará por su acción.

Mi columna de hoy va para todos los que sufren día a día las mentiras de quienes además cobran por ello. Especialmente va por ti, rubia


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