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Demasiados pulpos en juego

Demasiados pulpos en juego

sábado 10 de julio de 2010, 13:19h
Ya nos falta menos. Esperemos que hoy domingo, a eso de las diez y media de la noche, toda España alce la voz de "¡¡¡Campeones!!!" y se cumpla, por fin, ese "podemos" que tantos años hemos esperado. Dice mi amigo Gabi Dondra que "hasta el rabo todo es toro" y, por lo tanto, esperemos que el día 11, mi onomástica por más señas, podamos disfrutar de ese "rabo de toro" aliñado con salsa holandesa, un plato que, eso sí, nos va a costar a los españoles lo mismo que si lo tomáramos en "El Bulli" de Ferrán Adriá, ya saben, 600.000 euros del ala para cada miembro de la selección, incluído su dicharachero y simpático entrenador, Vicente Del Bosque, es decir, en torno a veinte millones de euros. Sea lo que sea, bien está lo que bien acaba y, visto lo visto en pueblos y ciudades, vale la pena pagar lo que haga falta para contemplar a un país entero envuelto en su bandera, la rojigualda, esa misma enseña que, hasta hace poco tiempo, daba vergüenza llevar estampada en el reloj, la pulsera o la camiseta porque muchos de los que ahora la ondean orgullosos, te podian llamar "facha". Más que la copa en sí, más que el título de ser campeones del mundo de fútbol,  lo que me ha alegrado más de este mundial de Sudáfrica ha sido la reivindicación unánime de "ser español" por encima de banderías y partidismos políticos que tanto nos acaban dividiendo a los españoles. El cántico de "yo so-y es-pa-ñol, es-pa-ñol, es-pa-ñol" coreados por miles de gargantas jóvenes en Andalucía, Galicia, País Vasco, Cataluña, Valencia, Aragón y en todas y cada una de las diecisiete comunidades autónomas, no tiene precio en esta España en la que todavía hay gilipollas a sueldo del Estado que dicen representarnos a quienes les da igual que gane o pierda España, o peor aún, que hubieran preferido que el Mundial se lo llevara Corea del Norte por su similitud con el régimen que allí gobierna.

No me considero un aficionado obsesivo del fútbol. Me gusta como espectáculo de masas, disfruto con los buenos partidos, con las jugadas elaboradas, con el buen toque de balón y tengo afinidad por algunos colores, pero hay que reconocerle a este deporte un poder de convocatoria que para sí quisieran otros espectáculos, un excelso poder de ilusionar, de aunar voluntades. Es como una droga, inocua y masiva, capaz de hacernos olvidar los malos tragos y sumirnos durante días en un sueño ideal y glorioso. Hace casi un mes, el pasado 15 de junio, cuando el Mundial acababa de comenzar, escribí en esta misma página un artículo titulado "La roja como placebo" en el que auguraba lo que la Selección está a punto de lograr. "Su triunfo, si lo consiguen, -decía- no nos va a sacar de pobres, pero al menos nos servirá para olvidar penas, recortes y despidos, y sumirnos en un cuento de hadas...Hay que asegurarse que el placebo de la roja cumple su cometido adormecedor y anestésico hasta el 11 de lulio. Después, ya se sabe, regreso a España en olor de multitudes, visita al Rey y la Moncloa, paseo triunfal por la Castellana y todos contentos aunque tengamos los bolsillos repletos de telarañas y veraneemos en la piscina municipal". Aún no había actuado el pulpo Paul, pero uno ya creía firmemente en las posibilidades de los Casillas, Puyol, Villa, Iniesta, Pedro, Xabi y compañía. Y sobre todo, conocía la "baraka" de Zapatero a quien cuando todo va de mal en peor, siempre hay algún golpe de suerte que le libra del desastre.

Y, por último, un nuevo simil. A mi vuelta de Sudáfrica, tras presenciar en el Ellis Park de Johannesburgo el España-Honduras, abrumados aún mis oidos por las vuvuzelas, dije que en el PSOE había una vuvuzela insoportable llamada Leire Pajín cuyas peroratas demagógicas y fuera de tono eran similares al estridente sonido de las trompetas del Mundial. Ahora he descubierto que también el pulpo Paul, ese molusco cefalópodo de origen alemán y de propiedades adivinatorias similares a Akinator, también tiene sus reflejos en el partido que nos gobierna. En el PSOE no sólo hay un pulpo Paul, sino varios, empezando por el propio presidente Zapatero quien ya ha dicho repetidamente que España ha salido reforzada de la crisis. Que alguien se ocupe cuanto antes de poner a Paul a la gallega y de mandar a Zapatero a la cola del paro. Por el bien de todos. Los españoles no necesitamos en estos momentos dotes adivinatorias sino realidades tangibles que nos saquen del profundo hoyo en el que estamos sumidos. Porque la felicidad de lo de la roja, siento decirlo, durará sólo un abrir y cerrar de ojos. Y en septiembre volverá el llanto y crujir de dientes.
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