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La propuesta

lunes 19 de julio de 2010, 05:17h

sembradíos, puentes, calles y carreteras, así como por la parálisis de la actividad económica y por los riesgos sanitarios. En esta ocasión además, está el agravante de que se ha visto impedido el comercio internacional de México: miles de tráileres, camiones y trenes cargados con mercancías no han podido circular ni hacia ni desde Estados Unidos, algunas aduanas están cerradas y el tráfico entre los dos países está suspendido en varios puntos.

Al final del artículo anterior, dije que un renombrado sicólogo social asegura que lo único que puede sacarnos del hoyo como individuos (y también como sociedad) es hacer cosas concretas y efectivas. Y hacerlas ya.

¿Qué quiero decir con eso?

Hay personas que inmediatamente saben lo que quieren y pueden hacer y se lanzan a ello, sea individualmente o bien organizando algún grupo. Hay otras a quienes les gusta que les digan lo que deben hacer, cuándo, dónde, cómo. En cualquiera de los dos casos, las tareas están allí y ofrecen distintos niveles de involucramiento posible, de acuerdo con las capacidades, posibilidades y deseos de cada quien.

Un primer nivel consiste en hacer depósitos de dinero en cuentas bancarias o llevar a los centros de acopio agua, pañales, comida no perecedera.

Un segundo nivel implica ir a alguno de los lugares afectados y ofrecer los servicios voluntarios para cuidar niños o ancianos, cocinar en los albergues, limpiar calles, escuelas, clínicas o casas, organizar clases para que no se pierda el año escolar, prestar servicios de transporte, de levantar paredes y poner ventanas o si se sabe de electricidad, de medicina o de plomería poner ese conocimiento al alcance de quienes lo necesitan.

Un tercer nivel consiste en observar lo que sucede y hablar de eso. Como decía Saramago, poner nuestra palabra y nuestro acceso a los medios, foros y púlpitos de todo tipo al servicio de los ciudadanos, para informar lo que está pasando y para denunciar negligencias o corruptelas.

Sin embargo, quien realmente tiene la obligación de atender los problemas es el Estado, son los gobiernos. A ellos toca y compete el trabajo de llevar la ayuda y de distribuirla, de emprender la reconstrucción y el funcionamiento de los servicios, de organizar que haya médicos y medicinas, de ordenar que se aceleren y resuelvan trámites burocráticos y pagos de todo tipo, desde salarios hasta seguros. Para eso están allí, es su deber. Porque son los que tienen los recursos, los que pueden integrar las acciones para que realmente sirvan dentro de un conjunto más amplio, los que pueden organizar los acopios, recibir los donativos y sumarlos (los cien millones de pesos que obsequió un empresario junto con los que podemos donar los ciudadanos), los que pueden, como hizo hace unos días el presidente Calderón, decretar exenciones de impuestos.

Pero para que ellos cumplan, nosotros tenemos que estar allí, para que no se les vaya el tiempo en echarse la bolita uno a otro o en hacer averiguaciones sino para que realmente vayan, organicen, entreguen.

Por eso es tan importante la participación de los ciudadanos: para ejercer la vigilancia y la denuncia, para asegurarse de que se haga lo que se tiene que hacer, de que se usen bien los recursos, de que se aproveche el esfuerzo ciudadano, de que se diga la verdad, de que haya una organización y una coordinación adecuadas, de que se señalen errores y se acuse a los responsables, de que se eviten las corruptelas y las negligencias, los intereses personales y los afanes electoreros o partidistas. Porque no hay que olvidar que entre nosotros todo adquiere tinte político.

Como ciudadanos tenemos obligaciones, no sólo derechos. Ayudar en la medida de nuestras posibilidades y supervisar a nuestras autoridades son parte de la tan urgente gran cruzada nacional para atender la emergencia.

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Escritora e investigadora en la UNAM

Opinión extraída del Periódico El Universal 18/07/10

 

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