Macri no debería avergonzar a los porteños

La lectura detenida del dictamen firmado de manera unánime por los magistrados que integran la Sala I de la Cámara Federal no deja lugar a dudas: el jefe de Gobierno, Mauricio Macri, debió estar enterado y, además, participar de la organización delictiva que se formalizó en el seno del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con el objetivo de articular una estructura de inteligencia ilegal para espiar a políticos opositores, empresarios, periodistas, cónyuges infieles y hasta a integrantes de su propia familia.
Los argumentos que se exponen tienen sustento empírico y refutan el planteo de Macri respecto a la conspiración del Gobierno Nacional. Si bien, no esperamos que Macri reconozca esta situación, los porteños y porteñas podemos reclamarle que al menos la aborde con dignidad.
No entendemos qué hace en el Caribe mientras permite que su gabinete y amigos pongan la cara por él: debe volver y ponerse a disposición de los ciudadanos, de la Justicia y de la Legislatura. Si está seguro de su inocencia debe pedir licencia para evitar que desde su función se ponga en duda si está obstaculizando la investigación y para evitarnos a los porteños y porteñas la vergüenza de tener un jefe de Gobierno en ejercicio que está siendo procesado por la Justicia. La Legislatura por su parte, debe conformar el próximo martes la comisión investigadora que estudió los alcances políticos de la asociación ilícita denunciada e investigada por la Justicia. Macri y sus funcionarios también deben tener la dignidad de facilitar el trabajo de la comisión aportando toda la información requerida.

Estamos ante un grave hecho que comienza con la designación y defensa a ultranza del Fino Palacios –procesado por encubrir la causa Amia– al frente de la seguridad de los porteños. La Ciudad no debe poner en riesgo la continuidad institucional y confiar en el avance de la Justicia y la comisión investigadora de la Legislatura.

Los porteños y porteñas tampoco debemos permitir que el juicio tape y nos impida ver el principal perjuicio que Macri produce cotidianamente a nuestra calidad de vida: una gestión ineficiente e improvisada que piensa en el beneficio de las empresas y no de la gente y que descuida la educación, la salud, el medioambiente y todo lo que sea público.