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Retrato Cultural de O’Higgins

Retrato Cultural de O’Higgins

jueves 17 de mayo de 2007, 00:06h
¿Qué es mejor para un periodista, al hablar de un libro? ¿Hacer la crítica convencional, argumentativa y lata, o contar para miles de curiosos algo de su contenido, anticipándose o sustituyendo a una lectura masiva del volumen que tal vez nunca ocurra?

Hemos optado por el segundo camino para hablar de O’Higgins como un hombre culto y un pintor. (Sí, pintor). Basados en una publicación de extraordinario contenido: el libro del historiador chillanejo —y nacional— Alejandro Witker, recién editado, “O’Higgins: Cultura y Nación – Repertorio para el Bicentenario de la República”. Está hecho con un alarde de erudición entretenida, profusión de ilustraciones y pequeños y grandes datos sobre el prócer nunca dados a conocer en conjunto, a través de 250 páginas de maravilloso color y en papel de lujo, que traen desde los discursos fúnebres cuando los restos de O’Higgins regresaron al país desde el exilio peruano, en 1869, hasta la carta que le dirigiera su mentor, el caraqueño Francisco de Miranda, en 1799, cuando el Padre de la Patria decidió volver de Inglaterra a Chile.

O’Higgins era, en el país de su tiempo –nos cuenta Alejandro Witker-, uno de los chilenos más cultos: dominaba dos idiomas extranjeros: inglés y francés, y se entendía perfectamente con los mapuches en su lengua vernácula. Había leído no pocas obras de Filosofía y de Derecho, algunas de ellas en latín, lengua que se enseñaba obligatoriamente en los colegios ingleses donde se formó.

Entre los grandes próceres americanos, Bolívar, San Martín, Sucre y Miranda, O’Higgins fue el único seducido por el arte –afirma el autor. (Discrepamos: Simón Bolívar alcanza alturas literarias notables en sus escritos y proclamas, incluso en la ficción, tal como en su poema “Mi delirio sobre el Chimborazo”). Bernardo O’Higgins fue dibujante, pintor y músico. Obras suyas existen en los museos de Lima y de Maipú. Tocaba piano, acordeón, violín, flauta y guitarra. Interpretaba música clásica y folklórica.
 
En el capítulo “O’Higgins a través de su pincel”, se nos presentan en el libro de Witker dos miniaturas pintadas por aquél, “suficientes para atestiguar la calidad plástica del Libertador”. (El autorretrato de O'Higgins, donde se le ve muy joven, en tamaño 8,3 x 6,4 cm. sobre marfil, ilustración que acompaña esta nota, y también el retrato de su hermana Rosita. En este caso, una miniatura de 14,3 x 11,8 cm., asimismo sobre marfil. Ambos retratos se encuentran depositados en el  Templo Votivo de Maipú, al oeste de Santiago de Chile).    

O’Higgins también fue notable como acuarelista, abordando en ese caso temas históricos, en imágenes un poco más grandes (30 x 40 cms.), en que emplea una visión de conjunto “con perspectiva aérea y sentido de la profundidad” para representar a conjuntos de personas, batallas y panoramas. Dos de estas acuarelas, cuya técnica el Libertador aprendió en Inglaterra, se pueden examinar en el Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú, en Lima. Las dos tienen por tema la deserción del Batallón Numancia de las filas realistas españolas a las filas patriotas, en 1820. En la oportunidad, el batallón recibió y juró la Bandera del Ejército Libertador de manos del general José de San Martín.

Sobre la base de relatos testimoniales y conversaciones con los propios protagonistas de la escena, O’Higgins registró allí uno de los frutos de su ardorosa labor personal en pro del envío de la Escuadra Libertadora al Perú. “En ambas acuarelas –escribe Alejandro Witker-, “la bandera representada por O’Higgins es la chilena, con la peculiaridad de que en el campo azul hay tres estrellas”… (¿Chile, Argentina, Perú?, se pregunta el autor de este artículo)… “Y es éste el único registro de una bandera con dichas características durante la emancipación peruana”.

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Camilo Taufic
Periodista y profesor universitario
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