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Una política económica sin norte ni criterio

Una política económica sin norte ni criterio

viernes 30 de julio de 2010, 10:37h
En los últimos días he tenido la oportunidad estival de comentar la situación económica del país y sus probables perspectivas con varios de los más importantes empresarios españoles, algunos de ellos además reconocidos expertos no sólo en sus diversas actividades empresariales sino también en teoría y política económica. Por la sorprendente unanimidad de sus peor que pesimistas valoraciones de la situación, el fruto de esas charlas no es inquietante sino estremecedor. Todos, sin excepción que haya podido encontrar, coinciden en el pesimismo y en valorar no ya como inexistentes sino incluso como negativas las actuaciones del Gobierno en la materia. Es general el convencimiento de que tenemos un Gobierno que carece de norte y de criterio en política económica y que nada de esto cambiará mientras siga en La Moncloa un político estanco a cualesquiera realidades que no sean las de la propaganda y la estrategia de permanencia en el poder.

Me he comprometido a no dar los nombres de mis interlocutores, tanta es la generalizada convicción de que, a diferencia de todas las anteriores etapas presidenciales desde la Transición, el actual inquilino de La Moncloa está dispuesto a cosas muy duras, para su objetivo personal de permanecer en el ejercicio del poder y en el disfrute de sus prebendas. Y es que, por vez primera desde nuestra afortunada Transición y habiendo sido tan tensas, como es natural, pero tan honradas y excelentes, las relaciones del alto mundo empresarial y financiero con los sucesivos presidentes del Gobierno de la nación, ahora se percibe en estos ambientes auténtico miedo a las reacciones que pueda tener un hombre tan intelectualmente limitado, pero con tan intenso y probadamente eficaz instinto depredador, como el presidente Rodríguez Zapatero.

Me lo reconoce uno de los principales empresarios españoles, acudiendo a una imagen que, tiempo atrás, recogí de una extensa conversación con un distinguido financiero: “Zapatero es como el comandante del TITANIC, se niega a reconocer cualquier realidad fuera de su propaganda, se ha encadenado al timón del Estado y nos conduce irremediablemente hacia el fatal choque con la realidad, que es el inmenso iceberg de la crisis económica”. Y añade algo de su propia cosecha: “Es la primera vez que en La Moncloa, que honraron políticos de la talla de Suárez, Calvo-Sotelo, González y Aznar, hay un hombre que miente a todos y miente siempre”. Estremecedor, pavoroso, como el lector prefiera, pero temo que una ajustada descripción de la realidad.

En estas pavorosas circunstancias, y cuando todas las encuestas, incluso las muy oficiales del CIS, sitúan ya al PP como primera fuerza electoral del país, lo peor de todo es la sorprendente incapacidad de la oposición para hacer de la necesidad, virtud, y promover la moción de censura que forzase ese adelantamiento electoral que es ya un clamor de la ciudadanía, y que permitiría, a través de las urnas, dotar al país de un Gobierno, incluso socialista si así lo deciden las urnas, pero a la altura de la situación y capaz de diseñar, pactar y ejecutar una política económica capaz de afrontar y vencer la crisis. Ya es sintomático que, por vez primera desde la transición, el político mejor valorado por los españoles sea el portavoz parlamentario de un reducido grupo, CiU, el democristiano nacionalista catalán Josep Antoni Durán i Lleida, un político que habla de economía de forma que los ciudadanos le entienden y le creen.

Y es que, de igual manera que en 1996, para hacer una política económica que superase la crisis, Aznar –nada sospechoso de falta de identificación con la unidad de España– tuvo el buen sentido de acudir al pacto con los nacionalistas catalanes y vascos, e iniciar los ocho mejores años de la economía española en décadas, nadie sensato puede entender los actuales recelos que la cúpula del PP muestra hacia esas fuerzas nacionalistas y el reiterado encerramiento en un discurso de centralismo estéril y ajeno al magnífico y creador consenso constitucional. Así están las cosas a izquierdas y derechas. Terriblemente mal, pero con serias posibilidades, Dios no lo quiera, de evolucionar a peor.


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