Desde que, hace unos diez o doce días, el ministro
Pérez Rubalcaba anunciara que en Nanclares ya no hay etarras, explicando seguidamente que los etarras que cumplían condena en esta muy conocida cárcel del País Vasco, la más próxima a los familiares de los presos etarras, habían abjurado de su condición d e miembros de ETA, habían condenado la violencia, pagaban las inmunizaciones de la condena y habían pedido perdón a las víctimas de sus crímenes..., Desde ese acontecimiento, se ha enardecido la campaña contra cualquier posibilidad de medidas de perdón o tolerancia para con los etarras con sentencia condenatoria o en espera de ser enjuiciados y condenados.
Desde las asociaciones de víctimas, como desde algunos medios informativos, se difunde la sospecha de que "algo se está cociendo" entre etarras y Gobierno, por muy tajantes que hayan sido las manifestaciones en contra tanto del propio Rubalcaba como del presidente Zapatero. Este decía el viernes que lo único que cabe esperar de los etarras es que
renuncien a la violencia y dejen las armas "a cambio de nada".
Pero el Gobierno no parece que termine de convencer a los más recalcitrantes, que parecen preferir que se pudran en la cárcel antes que hacer uso de alguna clase de medida de gracia para quienes han decidido cambiar sus esquemas de vida-muerte.. Convendría recordar la promesa que en momento hizo
José María Aznar -el duro entre los duros con la banda- cuando llegó a hablar del "Movimiento Nacional de Liberación Vasco", estableció relaciones e inició negociaciones con los jefes etarras, y se comprometió a que "el Estado sabrá ser generoso con los etarras que cambien su actitud y depongan las armas"...
Vienen a cuento estas historias a la luz de dos informaciones que destacan este domingo, en sus primeras páginas, dos diarios nacionales. De un lado, cuenta El Mundo que Nanclares acoge a 19 etarras que firmaron cartas pidiendo perdón a las víctimas y arrepintiéndose de sus crímenes, y documentos en los que se asegura que han abandonado la banda terrorista y en los que se comprometen a pagar las indemnizaciones civiles a las que fueron condenados por los tribunales.
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En la misma crónica, El Mundo cuenta también que la asociación de víctimas de terrorismo, AVT, pedirá modificar la ley penitenciaria para que la Administración no pueda conceder beneficios a los terroristas y exige conocer el contenido de las misivas. Uno de estos familiares de víctimas sostiene la tesis de que "sólo se arrepienten cuando les esperan tres mil años de prisión"...
La segunda portada a destacar es la de La Gaceta, que señala las declaraciones de Enrique González, guardia civil superviviente de los dos atentados más sangrientos del comando Madrid: Dice este agente que "nadie nos ha pedido perdón". Dice también que "los etarras no se arrepienten, se aprovechan del Gobierno". E insisten en su sospecha de que "hay negociaciones ocultas, clandestinas". Se ilustra la portada y el amplio reportaje del diario con dos amplias fotografías: los rostros de 20 de los 23 asesinados por la sanguinaria etarra
Idoya López Riaño, La Tigresa, condenada en su momento a 1.500 años de cárcel, y recientemente también recluida en Nanclares después de haber renunciado a su "militancia" en la banda terrorista. De La Tigresa se recuerdan sus pavorosas actuaciones, con disparos en la nuca, bombas y ametrallamientos, así como la noticia de que "una carta al Ministerio del interior es la única prueba del supuesto arrepentimiento de la sanguinaria etarra".
Como se ve, no resulta ni resultará fácil, el perdón y olvido de no pocos de los familiares de las víctimas del terrorismo. Ni siquiera a cambio de que aquellas situaciones puedan volver a repetirse y a originar nuevos huérfanos.
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