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Las truchas segovianas del Lozoya

La Comunidad y las sociedades de pescadores se encargan de repoblar los ríos madrileños con objeto de conservar y permitir la pesca

viernes 18 de mayo de 2007, 11:11h
El Lozoya es un río de acogida, como lo son algunos otros de la Comunidad de Madrid, donde el Gobierno regional y las asociaciones de pescadores realizan cada año repoblaciones de especies de peces. Esta semana 800 nuevas truchas aletean ya por las frescas aguas del cauce madrileño, en un tramo del Coto del Molino de la Horcajada, donde se practica la pesca de captura y suelta.  Con estas repoblaciones "se pretende contribuir a la conservación y a la vez dar respuesta a una demanda deportiva y con tradición como es la pesca", según los responsables medioambientales.
Han recorrido casi 200 kilómetros en un viaje tortuoso y después de cuatro días de ayuno, pero el esfuerzo parece que va a merecer la pena. A estas 800 truchas que sólo conocen la piscifactoría segoviana en la que nacieron les espera el paraíso del río Lozoya donde, además, vivirán en un tramo e pesca sin muerte. Su fortuna deviene de su rango ya que pertenecen a la especie común de las truchas, una categoría de pedrigrí que se adivina en sus brillantes escamas y sus motas negras y rojas en el lomo.

La llegada de este montón de peces no es casual sino que forma parte del Plan de Repoblación Piscícola de la Comunidad de Madrid, que entrega cada año a los ríos madrileños 20.000 ejemplares y que tiene por objeto "reforzar la población y dar respuesta a una demanda deportiva y con mucha tradición, garantizando las compatibilidades entre ocio y conservación", explica Miguel Allué, director general de Medio Natural de la Consejería de Medio Ambiente.

Una de las truchas que pasará a formar parte de la vida del río El lugar de acogida de las truchas es el Coto del Molino de la Horcajada, en Canencia, 50 metros aguas abajo de la presa de Pinilla y justamente en el tramo de pesca de captura y suelta. El coto está gestionado conjuntamente por la Comunidad de Madrid- que realiza tareas de mantenimiento y se encarga de adquirir los peces- y la Sociedad de Pescadores Alto Valle del Lozoya, que en esencia es la que mima el coto. "nosotros le repoblamos, le limpiamos, le mantenemos y le vigilamos", asegura, con orgullo, Felipe Mansilla, presidente de la Sociedad.

Felipe Mansilla, a orillas del Lozoya Felipe se ha acercado hasta aquí para dar el visto nuevo al 'desembarco' de estos 200 kilos de peces. Es un pescador de campo y un apasionado del río, que no duda en calificar al Lozoya como el menor de la Comunidad. "A quien no puede gustarle venir aquí,: pescamos y hacemos amigos", explica. En los últimos años la afición por la pesca ha crecido de forma considerable en la región y de las 44.200 licencias de 1966 se ha pasado a las cerca de 51.000 en 2006, algo que favorece el coste asequible de las licencias y del material. El carné de pescador, gratuito para niños y mayores de 65 años, cuesta 11 euros anuales mientras que las autorizaciones para pescar en los cotos oscila entre los 15,75 y los 3,50 euros cada día.

Las truchas pasan cuatro días en ayuno y viajan hasta su destino en un camión cisterna Además de la guardería del coto la sociedad también se responsabiliza de la venta de dichos permisos o 'ticktets' diarios y que, junto con la licencia que otorga anualmente la Consejería, son necesarios para poder practicar la pesca de captura y suelta en este coto. "Es una forma de controlar  y repartir a los pescadores a lo largo de diferentes zonas del curso del río", dice José Luis Gallego, ingeniero de Montes  y técnico del Área de Conservación y Flora y Fauna de la Dirección General de Medio Natural. Según este ingeniero forestal en los cotos donde se practica la pesca sin suelta la Comunidad de Madrid se fija un cupo de peces y se establece una dimensión mínima del pez "de forma que si se capturan ejemplares de menor tamaño, deben devolverlos al río".

José Luis Gallego y Miguel Allué Las truchas emigrantes que ahora tendrán que adaptarse a su nueva vida en el Lozoya miden 22 centímetros, "el corte del kilo y la dimensión mínima pesable", según José Luis, y además de nerviosas, están hambrientas, después de haber sido sometidas a un estricto ayuno  para favorecer su traslado y aclimatación al río. "Son delicadas y cualquier cambio brusco podría afectarlas. Por eso en las repoblaciones también se tiene en cuenta que la temperatura del agua del río no tenga más de cuatro grados de diferencia respecto a la de la cisterna que las transporta. Tras levantar un acta de repoblación con todos los datos sobre los ejemplares, su estado de conservación y su estado sanitario, es hora de llevar las truchas al río donde parece que los animales vuelven a nacer.
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