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La marcha de los mineros

La marcha de los mineros

jueves 23 de septiembre de 2010, 10:19h

Prosiguen la marcha y los encierros de los mineros apostando por su futuro. En León y en Asturias y en Palencia las aguas de los ríos ya no bajan negras, sino inciertas y revueltas.

    Cuando un conflicto como el minero se hace crónico, se puede diagnosticar que alguien está mintiendo, o que, cuando menos, alguien NO está diciendo toda la verdad.

    El general Franco, que lideró la represión de los mineros revolucionarios y los trató con palo y zanahoria (más bien lo primero, el palo) durante la dictadura, tenía un especial respeto a los mineros… Un respeto que, más bien, era miedo porque sabía que, en la protesta y en las huelgas y en los enfrentamientos, los mineros actuaban con esa fuerza singular de quienes  van a pecho descubierto porque tienen poco que perder.

     Los tiempos han cambiado, y hoy resulta demagógico decir que los mineros son héroes. Son hombres y mujeres como los demás.

    Aquí, en “Protagonistas”, siempre hemos apostado por el sector productivo del carbón, y por una armonía entre el Estado, los empresarios, los sindicatos y los trabajadores. Y también porque, en el presente y en el futuro de España, hay que apostar por el carbón como fuente de energía autóctona. Aquí no valen los cuentos de que el carbón de Sudáfrica o de Polonia es más barato, y de que las leyes del mercado son una especie de Carta Magna paralela.

     Y mientras los mineros marchan hacia León, a donde llegarán el próximo día 29, y mientras otros  compañeros suyos están encerrados en el fondo de un pozo o en las dependencias de un ministerio, el arzobispo de Oviedo, monseñor Sanz Montes, entregará a “Caritas” su sueldo de tres meses para que la institución se la haga llegar a las familias mineras a las que se les sigue adeudando su salario. “Los curas  -dice el arzobispo-  somos MILEURISTAS, pero no podemos dar la espalda a unas familias en situación de desamparo”.

   A veces preguntarse por lo obvio, por lo evidente, por lo cercano, por lo razonable, parece un oficio imposible. Pero no renunciamos a preguntarnos, y a exigir respuesta, por el futuro del carbón español. Y le trasladamos esta interrogación a Bruselas, a Madrid, a León, a Asturias, a donde haga falta. ¿Por qué a los riesgos de la mina, tan crueles, hay que añadir ese plus de peligrosidad  que es la incertidumbre? ¿Por qué se juega con los mineros como si fuesen fichas de un misterioso dominó, soldaditos de plomo y de carbón?

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