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La fábula de las hormigas y la Unidad

La fábula de las hormigas y la Unidad

martes 28 de septiembre de 2010, 18:38h

Voto y seguiré votando a pesar del CNE y de su presidenta, Tibisay Lucena, quien durante horas agónicas mantiene en ascuas a Venezuela. Le niega los resultados de los comicios parlamentarios realizados a la espera de que Esteban recomponga su estrategia, disfrace de victoria su derrota, y le instruya sobre cómo hacer el anuncio que les desagrada.

Así lo dije al afirmar días antes que por ser demócrata y para no olvidarlo ejerzo "mi" derecho al voto sin pretender convencer de las bondades de la democracia a quienes, como ella y éste, usan de sus formas vaciándolas de contenido. La enseñanza la aprendo en 1980 del ex presidente chileno Patricio Aylwin, factor fundamental de la concertación democrática que luego, años después, derrota la dictadura militar de Augusto Pinochet con las armas electorales cuyo uso permite para limpiarse del oprobio.

La experiencia en sencilla. Cuando los dictadores, como éste juegan a ser demócratas la misma democracia les cobra la impostura. Tanto como ahora ocurre con el Comunismo del siglo XXI que intenta avanzar hacia un Estado totalitario sin libertades, pidiéndole a la gente que renuncie a ellas a través del sufragio, y al igual que busca acabar con las libertades económicas y el capitalismo disponiendo de los dineros del mercado y de los recursos tecnológicos de la globalización.

Pasada la elección parlamentaria de este domingo caben las precisiones, a fin de que la transparencia, que es componente fundamental de la democracia, ilumine sobre el engaño que practican quienes, como Esteban, desprecian la ética democrática. Según ésta los fines legítimos han de hacer relación directa con los medios legítimos para su consecución. En una sociedad democrática verdadera, en suma, el fin no justifica los medios.

Lo primero que cabe decir es que Esteban se monta sobre los hombros la elección de los suyos, cuyas caras y voces desconocen y no oyen los venezolanos durante la campaña. Hace de los comicios parlamentarios una suerte de plebiscito sobre su persona. De modo que, los resultados deben medirse conforme al número total y absoluto de votos alcanzados en las urnas por él frente a la Unidad Democrática. Las cifras de votación nacionales, que ofrece de entrada y como referente la elección de los parlamentarios latinoamericanos, indica que aquél pierde y la oposición le gana con un 52%. Esteban es el derrotado. Así de simple.

Lo otro a señalar es que aún así logra una mayoría relativa en la Asamblea, siendo él la minoría política de la nación. Ello puede entenderse como algo contradictorio, pero no lo es. Me explico con un ejemplo de coloquio. Los tickets para la fiesta comicial son impresos y les asigna su precio el propio Esteban con la complicidad de la Asamblea saliente y el Poder Electoral que domina a plenitud. Él paga por cada puesto de los suyos BsF 40 y la Unidad Democrática con BsF 250 por cada asiento o escaño al que aspire.

En ciencia política tal fenómeno se compone de dos factores, a saber la negación de la representación proporcional y el "salamandrismo", dado lo cual a las circunscripciones electorales se les modifica arbitrariamente para arrastrar desde otras votos hacia aquellas donde no se los tiene. Y quien gana, gana todo. Sabedor de su engaño pero no prevenido sobre el efecto demoledor de las cifras totales, Esteban, "el candidato", se esconde y no da la cara.

El ejemplo, propio del derrotado quien no cree en las virtudes de la democracia y por ello finge serenidad sobre su frustración interior, es lo que ayer no más arguyen los moderadores del Canal del Estado al señalar que finalmente estamos en presencia de un sistema electoral ejemplar y se ejerce la democracia como no lo hacemos en el pasado. Pero olvidan que en ese pasado que les molesta, en 1998, el sistema electoral es gobernado por todas las partes del juego democrático y es respetuoso de la representación de las minorías. Por ello Esteban y los suyos ganan y nadie les regatea su triunfo.

Lo último y lo primero de apreciar de cara a la Unidad Democrática en el presente y ante el país, es que el milagro de la propia unidad da resultados y muy buenos, tarde o temprano. Es obra de ese paciente ejercicio que reclama la experiencia democrática auténtica tal y como ocurre en la fábula de las hormigas, que recrea magistralmente el film de Walt Disney.

La tarea por la reconquista de las libertades, en fin, apenas comienza. Las lecciones de este domingo hablan por sí solas. El Comunismo del siglo XXI es presa de su propia trampa.

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