www.diariocritico.com
A contracorriente. Nuestra diferencia con Europa

A contracorriente. Nuestra diferencia con Europa

viernes 25 de mayo de 2007, 21:06h
Pese al reiterado intento de los partidos en fomentar la confrontación ciudadana, no parece que la crispación política llegue al río, por usar una analogía. Y es que, mientras sigamos con tasas de crecimiento económico del 4,1 por ciento, ¿a quién le importa la posguerra o la Guerra Civil? Con un porcentaje superior en más de un punto a la media europea, podemos hacer frente al pago de hipotecas, crear empleo y evitar el derrumbe del sector de la construcción.

En la tensión política creada artificialmente nadie es inocente. No lo es Aznar, por supuesto, con sus extemporáneas afirmaciones, pero tampoco Felipe González cuando hace dos meses declaró en México que “parece que estemos en un debate político prebélico” o un irónico Santiago Carrillo al decir “no sé si estoy en 2007 o de vuelta en 1936”. Todo eso, que no son más que hábiles frases maliciosas, en un contexto económico negativo vete a saber adónde nos llevarían.

O sea, que de momento crecemos, y a modo, nos interesa más el fútbol que la política —aquí sólo vota algo más del 60 por ciento, frente al 84 de las últimas elecciones francesas— y hemos podido absorber más inmigrantes de los que esperábamos,  los cuales ayudan a financiar la Seguridad Social.

La Europa más desarrollada, en cambio, está enferma por causa de su pasado crecimiento. Los inmigrantes de la primera generación gastan ya de la Seguridad Social más de lo que aportan, como si fueran autóctonos, porque ya tienen nietos en edad escolar. No hay más que ver, por ejemplo, que la mitad de la selección inglesa sub-17 que acaba de perder por 1-0 el campeonato de fútbol ante España era de color. Así que se intenta retrasar la edad de la jubilación, por un lado, y recortar las prestaciones sociales, por otro.

Tal es la crisis de Europa, que ni siquiera cree en su propia Unión. Se lo ha vuelto a decir Nicolas Sarkozy a Angela Merkel, proponiendo en vez de la non nata Constitución un Tratado simplificado. Es decir, la vuelta al eje franco-alemán que ya potenciaron sus predecesores, Chirac y Schröder, y que en 1957 fue el modesto origen de la Unión actual.

Es ésa la Europa replegada en sí misma que se avecina. Pacata en asumir compromisos exteriores, con gobiernos cada vez más de derechas y asustada ante la desintegración social, la egoísta insolidaridad de los jóvenes y las amenazas a su bienestar material. Se entiende, entonces, la proclama de Sarkozy por la vuelta a los valores tradicionales del trabajo, el esfuerzo, el respeto y el mérito.

Aquí, como todavía no nos hemos dado cuenta de que ése es el futuro que se nos avecina, aún estamos entretenidos echándonos los muertos históricos unos a otros —y los que en su día quiera poner encima de la mesa la revitalizada ETA— y discutiendo, acalorada y tontamente, sobre si son galgos o podencos. Bendita sea nuestra inocencia. 
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios